María Ñíguez (Murcia, 1997) tiene alma de vaquera. Ahora mismo podría estar en su rancho, bebiendo zarzaparrilla llevando un Stetson y esperando sentada en una vieja mecedora (those were the days, old lady!) que en Murcia te paguen por lo que merece tu obra artística. Ñíguez es joven, pero ya sabe enfundarse las botas sin tu ayuda: sus ilustraciones reflejan un estilo propio, y el bagaje familiar como heredera de los reconocidos y magníficos pintores Paco Ñíguez y Rosa Vivanco consolidan un camino donde las serpientes y los duelos al sol los pone ella.

Hoy entrevistamos a la ilustradora murciana con el pálpito de quien volverá a este artículo para gritar “¡nosotras la vimos primero!”. Todo un universo de palas de higo chumbo y esencia de desierto de Tabernas en el que viven señoritas que no tienen respeto por nada: erotismo cotidiana, caza de sueños al lazo, flatulencias como último resquicio del amante que se fue, cigarros, brujas y la mirada de Uncle Seymour para darnos el beneplácito. Si la realidad hace tiempo que dejó de interesarte, estás en el lugar correcto.

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¿Cuáles son los primeros recuerdos que tienes dibujando?

Siempre me han contado que de pequeña no soltaba los lápices, pero nunca he sentido que el dibujo haya sido mi fijación principal, siempre ha habido otras cosas, como la fotografía o la escritura, que me llamaban desde pequeña. El primer recuerdo importante que tengo dibujando es en una clase de primaria. Juan El Guarro empezó a reírse de la sirena en tetas que yo había dibujado. Convocó a los demás niños de la clase a que vieran lo que había hecho y me llamaron marrana. La profesora ni se inmutó, pero creo que se planteó hablar con mis padres. Para mí era muy normal dibujar chicas en tetas, porque lo veía constantemente en los cuadros de mi madre, pero no pude evitar sentir vergüenza, al fin y al cabo, Juan El Guarro me había llamado marrana.

¿Recibiste alguna formación o eres autodidacta?

Retomé el dibujo cuando era adolescente, pero de forma muy esporádica y autodidacta. Hice el bachiller de letras y estudié Comunicación en la Universidad con la intención de aprender lo que es el cine, que era algo que me traía de cabeza entonces y todavía ahora. Después de esa decepción académica estoy estudiando Ilustración en la Escuela de Arte, y me siento bien de haber tirado por ahí.

¿Cómo es crecer en una familia de pintores? ¿Qué consejos te han dado sobre este mundillo?

Siempre me ha parecido guay tener unos padres artistas, de pequeña me sonaba muy exótico decirle a mis amigos que mis padres eran pintores y ahora, con el tiempo, los admiro más y sé apreciar mejor todo lo que puedo aprender de ellos. Lo más importante que me ha enseñado mi padre ha sido de forma indirecta. Llevo desde pequeña observando los altibajos del proceso creativo, los bajones, las inseguridades y las recompensas. Tengo muy interiorizado cómo funciona todo ese vaivén de emociones y eso hace que me tome menos en serio cuando estoy en esas. Todo es pasajero y relativo lo importante es no quedarse atascada en ningún punto. No somos ni tan malos ni tan máquinas.

Mi padre también me enseñó indirectamente a apreciar todo desde el punto de vista estético y a ser humilde. Sus consejos más sonados son: no te flipes y sácate unas oposiciones ahora que estás a tiempo.

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¿Cómo es el proceso de creación de tus obras, desde que surge la idea hasta que la plasmas en papel?

Las ideas casi siempre aparecen después de tirarme un buen rato mirando imágenes, referentes y descubriendo qué es lo que quiero conseguir. Muchas veces, la cosa fluye más y tengo una idea que no me puedo quitar de la cabeza y voy directamente a por ella. La idea puede partir del verso de una canción, un fotograma de una peli o una fotografía. Lo que más mola es cuando la idea preconcebida deja de tener sentido y descubres algo mucho más interesante en el camino.

¿Te decantas por el trabajo “analógico” o te gusta también crear en digital?

El no haber sido nunca una hija rebelde tiene como consecuencia seguir algunas premisas del trabajo de mis padres y por eso me decanto por lo analógico. No entiendo mucho la desesperación de muchos artistas por tener que rellenar nosecuántos centímetros de papel con sus propias manos. Es un proceso guay y te puede hacer ahorrar mucho dinero en terapia. Mientras echas tus horas te da tiempo a ordenar muchas cosas ahí dentro.

El digital me gusta para corregir, limpiar o añadir alguna cosa puntual. No tengo nada en contra de lo digital, es súper útil, pero quizás por eso me parece menos interesante.

En tus ilustraciones se pueden reconocer algunos elementos propios, como la sensualidad, el mundo de los sueños, las femmes fatales y los tipos duros. ¿Qué te fascina tanto de este universo?

Al fin y al cabo, son arquetipos del cine clásico que tengo muy asumidos, sin que eso signifique que sean mis ideales absolutos (¡líbrame, señor!). Me gusta coger algo con un significado muy concreto y trasladarlo a otro sitio más incierto. El western, por ejemplo, es un género que me ha obsesionado los últimos años por la poética del paisaje y la manera que tienen los americanos de hacer épico su discurso como nación, a pesar de que hace aguas por todos lados. Son muy buenos fabuladores y eso me atrae, aunque no quiero que tome demasiada importancia en lo que hago.

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Esas escenas rondan el surrealismo, casi siempre con una buena dosis de humor, a veces negro, a veces absurdo, pero siempre hacen que nos frotemos los ojos de la sorpresa. ¿Es algo premeditado o surge de forma natural?

Procuro no darle muchas vueltas a los mensajes que salen. Muchas veces no sé si es gracioso, ridículo o raro. No se me da demasiado bien la concreción y hacer chistes muy bien construidos, así que prefiero que si algo es gracioso, lo sea más por esperpéntico que por ingenioso.

El último trabajo impreso que tenemos de ti es el fanzine “Di una puta canción” copublicado con Santos Martínez. donde ponías dibujo y collage a sus textos. ¿De dónde surge proyecto?

Santos y yo nos entendemos muy bien y respetamos mucho lo que hace el otro. Con Di una puta canción buscamos hacerle un homenaje al modo en el que nos conocimos que fue a través de la música. Nos tiramos unos meses mandándonos mensajitos y pasándonos música para sorprender al otro. Fue una especie de cortejo intelectual un poco ridículo pero muy gracioso. Después de que todos esos temas hicieran el efecto deseado nos planteamos unir fuerzas y hacer algo con eso, así que cada uno eligió 5 canciones, cada una de su padre y de su madre, y le hicimos un dibujo y un texto a cada una. Nos quedó resultón pero lo que sale ahí no tiene nada que ver con lo que hago ahora.

Aprovecho para comunicar que aún quedan unos cuantos jeje.

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¿Hay planes/deseos/ganas psicópatas de publicar tu trabajo en algún formato físico o exponer? ¿Cuál es el proyecto que más te gustaría realizar en un futuro?

No tengo grandes ambiciones ahora mismo. Soy consciente de que acabo de empezar y de que tengo mucho que aprender y madurar. Me gustaría seguir recibiendo encargos, sacar algunas láminas o hacer un fanzine más adelante.

Y para terminar, te tenemos que someter al puto test de la Cosmopolitan cultureta. Gracias María por no salir huyendo ante estas ocurrencias.

Un libro: La Flor, de Mary Karr

Una peli: Burnt Offerings aka Pesadilla Diabólica, de Dan Curtis. Es lo último que he visto que me ha gustado mucho. Si le gusta el terror de los 70 tiene que verla!

Una canción: Forced to drive – The Breeders

Una banda: Yo La Tengo

Unx Ilustradorx: ahora mismo, Brecht Evens.

Lo que dirán tus colegas el día de tu funeral: Me generaría gran ansiedad pensar en la muerte ahora mismo, pero me gustaría que recordaran la aquella primera noche de fiesta post pandemia.

Lo primero que vas a hacer cuando la nueva normalidad se vaya a tomar por culo: Una fiesta ilegal cuando sea legal hacer fiestas.

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Gracias María por la entrevista <3. Todas las imágenes obra de @mariadyermaker