Como buena devoradora de memorias de artistas de culto y en una época donde el entretenimiento se centra más en parejas anónimas en una paradisiaca comuna hippie que en el glamour propio de las verdaderas superstars, prefiero quedarme con las historias de los referentes; por ejemplo, ¡Alucina! Mi vida con Frank Zappa de Pauline Butcher (Malpaso,2016).

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La autora relata en primera persona su experiencia como secretaria de Frank Zappa en el idílico Laurel Canyon de finales de los 60. Con 21 años, esta chica que correteaba por el Swinging London, cautivó a un grandilocuente Zappa, más interesado en el entretenimiento que en entretener. Con varias triquiñuelas de ligoteo a la altura del “dejarte en visto «contemporáneo, terminó no solo trabajando con él, sino viviendo en la “Zappawood” de Hollywood Hils junto a la familia de este, los Mothers of Invention y el resto de personas que pululaban por allí. Una estampa más friki que La Parada de Monstruos de Tod Browning.

No me voy a centrar en todos los músicos que aparecen en el relato y sus relaciones endogámicas de superego (Mick Jagger, Eric Clapton, George Harrison, Rod Stewart, Captain Beefheart, Jeff Beck, David Gilmour, Roger Waters…)porque, parafraseando a Zappa, “eso ya lo hacen otros”.

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La historia de la música rock nunca hubiera existido, tal y como la conocemos, sin la presencia femenina, por mucho que le pese a los cromañones. No me imagino a esta panda de vagos malviviendo mucho tiempo en la carretera sin las groupies que los acompañaban. Dentro de este universo patriarcal y con una idea puramente comercial, Zappa fabricó a The GTOs (Girls Together Outrageously): una banda de chicas formada por su niñera y las groupies amigas de esta. Eran Do It Yourself en estado puro, no tenían ni idea de música, pero sí de performance. ¿No es eso ser pioneras del punk?

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Bajo la producción de Zappa, el septeto escribió con total libertad las letras de sus canciones, basándose en sus experiencias con los músicos. Gente como Lowell George, Jeff Beck, Ry Cooder, Rob Stewart, Russ Titelman, entre otros, se encargaron de la parte musical del disco y de ahí salió Permanent Damage (Straight Records, 1969). Ni tan mal, ¿no? Como GTO destacada encontramos a Pamela Des Barres, que años después publicaría su libro I´m with the Band: Confessions of a Groupie (Cappella Books, 1987), basado en sus diarios personales transcritos en aquella época por Butcher.

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Otro de los proyectos de “comercialización femenina”de Zappa fue The Plaster Caster of Chicago, fundado por Cynthia Plaster Caster: una groupie conocida por esculpir en yeso los penes de los artistas masculinos del momento. De la colección, sobresalía uno: el de Jimi Hendrix, bautizado como “El Pene de Milo”, que se convirtió en el mayor reclamo. Con los años se ha reinventado esculpiendo, con la misma técnica, los pechos de reputadas artistas femeninas como Suzi Gardner (L7), Peaches, Karen O (Yeah Yeah Yeahs) o Laetitia Sadier (Stereolab).

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Butcher narra, con la ingenuidad propia de la recién llegada al clan, la historia de un amor platónico: la del todopoderoso Frank. Pero, sin darse cuenta, consigue algo que va mucho más allá: un relato fiel y exhaustivo de la contracultura californiana de ese momento, gracias a la importancia y singularidad de los personajes secundarios. En definitiva, un libro sobre Frank Zappa, donde lo más interesante ocurre cuando no está Frank Zappa.

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por María Velvet