Volvemos a encontrarnos felizmente con otro número de La Madeja, la revista feminista que desde Local Cambalache lleva desarrollando interesantísimos monográficos en torno a temas de interés común para la reflexión personal con una perspectiva de género. La autogestión, el aprendizaje continuo, el trabajo político colectivo, el consumo responsable y la lucha feminista y anticapitalista han sido las fuerzas motoras de que este colectivo, con la publicación de La Madeja como bandera, lleve casi una década de inagotable lucha sorora. Y como donde mejor se pelea es en el campo de batalla, desde su lanzamiento se están recorriendo medio país para presentar y debatir su nuevo número, «Sexualidades«, que seguro dará más juego que nunca. Este domingo las tendremos en Murcia en El Gallinero, una oportunidad perfecta para hacernos con nuestro ejemplar y convertir la chunga tarde dominical en una auténtica gozada. Hoy os ofrecemos con gustirrinín máximo la entrevista que tres de sus responsables, Celia García, Irene S. Choya, Inés Herrero Riesgo e Irene García Roces nos han concedido con motivo de su visita.

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¿Qué vamos a encontrar en este nuevo número? (Irene García Roces)

Vamos a encontrar diversas miradas sobre las sexualidades, tantas como personas colaboradoras. Este tema hace que todxs lxs que participamos en el número nos desnudemos, ya hablemos de nuestros deseos, nuestros miedos, nuestras dudas, nuestras fantasías o nuestros dolores.

Al principio nos planteamos hablar de las sexualidades centrándonos en el placer, en el goce, en el erotismo, en relaciones sanas y desde el consentimiento. Sin embargo, en las colaboraciones surgen también los miedos y las violencias del heteropatriarcado. Parece que se niegan a irse…

Hablamos, entre otras cosas, de la sexualidad como comunicación y de cómo cambia cuando follamos en diversas lenguas, del autoplacer, de la erótica como algo que trasciende a la pareja y que también está presente en la amistad, de la importancia de saber encajar un “no” por respuesta sin que eso nos afecte a la autoestima, de las experiencias de les más jóvenes, del cibersexo.

Visibilizamos la eyaculación femenina, la relación entre la sexualidad y el baile, la importancia de no centrarse solamente en el orgasmo y de disfrutar de todo el proceso, del coñocimiento, de entender que el tiempo a veces derrota al imperio de la libido, de experiencias desde cuerpos no normativos…

Y al mismo tiempo cuestionamos la centralidad de la sexualidad desde la perspectiva de la asexualidad, así como su sesgo heterocéntrico, falocéntrico, capacitista y etnocéntrico, la gordofobia, los mandatos del amor romántico y la construcción del deseo en un mundo heteropatriarcal.

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Irene García Roces e Irene S. Choya en la presentación de La Madeja en Avilés. Foto: El Comercio.

Decís que sigue habiendo sombras incluso en un número más festivo llamado “Sexualidades”. ¿Por qué nos cuesta tanto indagar en nosotras mismas cuando tratamos este tema? (Irene S. Choya)

Hemos aprendido, tanto en el contexto social más general como en nuestros ambientes feministas, que la sexualidad es un terreno en el que hay que tener “éxito”. Es decir, nos tiene que gustar follar, tenemos que ser buenas amantes, tener ganas a todas horas, probar nuevas prácticas, etcétera, etcétera. ¿Quién se atreve a ir contando por ahí que ha perdido las ganas, que le interesan más otras cosas, que disfruta más siendo “estrellita de mar” que practicando BDSM o que es asexual? Se habla poco de las prácticas reales, cotidianas, de lo que va mal o, simplemente, no es espectacular o transgresor. Si hablásemos con sinceridad, seguramente nos sorprenderíamos de lo que cada unx vivimos como sexo (prácticas, finalidades, sensaciones y sentimientos…).

Por otra parte, quienes hemos sido educadas como mujeres hemos indagado poco en nuestro deseo, en lo que nos gusta y apetece realmente a nosotras. Nos pasamos la vida buscando ser deseadas y, muchas veces, identificamos ser deseadas con ser queridas. Asomarte ahí duele. Claro que, no se trata de bucear en busca de un deseo genuino escondido debajo de varias capas de mandatos sociales. Ese deseo no existe. El deseo se va construyendo a lo largo de nuestra biografía. Por eso necesitamos otros referentes y hablar, hablar también. Contarnos lo que nos pone, lo que no, nuestras dificultades y miedos, nuestros descubrimientos, visibilizar diferentes formas de entender lo que es follar. Se trata de desnudarnos con las palabras y eso supone mostrarnos vulnerables.

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3.- Lo habéis titulado “Sexualidades”, en plural. ¿Tan diversas somos también en este campo? (Celia García)

Desde que en la revista pasamos a hacer monográficos (los números 0 y 1 tenían secciones), optamos por “pluralizar” los distintos temas que hemos abordado,  como “cuerpos”, “amores”, “paisajes”, “miedos”. Y no podía ser de otra manera con este nuevo número. Quizá aquí el juego de apertura y visibilización de todo aquello que escapa a la norma del singular es más evidente; por lo que hay de exposición de los cuerpos, de comunicación hacia dentro y hacia fuera, con una misma y con lxs otrxs, por lo que hay, también, de incertidumbre, de fragilidad y de poderío en esas comunicaciones.

Una de las cosas que creemos mola mucho de la revista es la honestidad y la valentía que respiran los textos, sin miedo a poner sobre la mesa los titubeos, las contradicciones o incertidumbres, los aprendizajes y los cuestionamientos, desde un lugar muy potente que va tramando esa pluralidad de vivencias y de sentires.

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4.- Ya son 8 números de La Madeja. ¿Quién tiene la (maravillosa) “culpa” de que este proyecto siga adelante? (Inés Herrero Riesgo)

Las más de 150 personas que han colaborado a lo largo de estos 9 años en la edición de la revista: escribiendo artículos, ilustrando, corrigiendo textos, dando ideas, etc. Los colectivos y librerías que la acogen año tras año con cariño. Toda la gente que se acerca a las presentaciones. Aquella que compra la revista y que con ello hace posible que volvamos al año siguiente con un nuevo número bajo el brazo. Quienes nos hacen devoluciones sobre el número, críticas constructivas. Quienes hablan de ella a sus amigxs, a su familia.

 La red que rodea a La Madeja es grande, fuerte y diversa, y es por ella, por su «culpa», que este proyecto sigue adelante y tiene sentido.

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Presentar la revista con público os habrá enseñado muchas cosas. ¿Qué sentimientos, opiniones y debates comunes soléis encontrar en esas reuniones?

C.G.: Los espacios de presentación son esenciales en La Madeja. Los entendemos como el último paso para cerrar el ciclo de cada número, pues en ellos aprendemos muchísimo. Y sí, nos han dado muchos alegrías, hemos conocido a gente que luego ha colaborado en la revista, hemos tejido redes bonitas.

Yo, por ejemplo, destacaría cómo cada vez se acerca más gente joven, joven-adolescente, y el aprendizaje que esto supone. De repente, es estar en otro lugar. Últimamente pienso que he crecido con La Madeja y que empecé siendo de las jóvenes en debates “intergeneracionales” y cada vez me alejo más de esta posición, y a ratos, me resulta extraño y también muy motivador, por lo que implica de aprendizaje.

I.G.R.: De las presentaciones podemos destacar el descubrimiento de que a  la gente le gusta que le lean…

También que se crea un espacio íntimo, de confianza, un espacio seguro en el que nadie es la experta que viene a dar lecciones, un espacio en el que hablar desde los cuerpos, desde nuestras propias experiencias y eso fomenta la participación de las personas, que se sienten legitimadas para hablar. Creo que el hecho de que a algunas nos cueste hablar en público se nota y eso ayuda a que otres también tomen la palabra.

Es difícil hablar en público sobre algunos temas, como sexualidades. Al principio, siempre se queda todo el mundo callado y siempre pensamos que nadie va a hablar. Pero, al final, siempre alguien rompe el silencio. Por otra parte, no nos molesta el silencio. Es normal que la gente necesite tiempo para digerir lo escuchado y, además, ayuda a que las personas se animen a participar, sobre todo aquellas a las que más les cuesta.

I.S.C: Sin las presentaciones, el proyecto perdería mucho sentido. En parte, porque desde el principio nos lo planteamos como una forma de aprendizaje, y es en las presentaciones donde aprendemos más junto a otrxs. Los textos, que la mayoría de las veces huyen del formato ensayo y parten de experiencias encarnadas, son textos muy polisémicos. Escuchándolos en voz alta y teniendo la oportunidad de conocer cómo le resuenan a diferentes personas, creo que nuestras propias ideas se abren. Además, necesitamos las presentaciones para saber cómo se recibe la revista, lo que más gusta, lo que genera interés, temas que apetecería que tocásemos… 

¿Cuál sería vuestro propósito feminista para el 2018?

C.G.: Mi propósito la escucha, que no enfanguen, que paremos y se pare el mundo.

I.G.R: Como estamos con el tema de las sexualidades, mi propósito sería liberarnos de todos esos sesgos que nos condicionan, de nuestras inseguridades, de nuestros miedos, disfrutar del proceso… Conocernos, querernos, escucharnos, cuidarnos…

I.S.C.: Que el feminismo inunde las calles, las conversaciones de bar, las camas , por supuesto, las camas.

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El domingo 11 de febrero a las 17h se presentará la revista feminista La Madeja nº 8: Sexualidades (Cambalache, 2017) en El Gallinero (Murcia). Con Celia García (editora).

*Gracias a Celia García, Irene S. Choya, Inés Herrero Riesgo e Irene García Roces por su tiempo y cuidado para responder a esta entrevista.

Pic cover: Christina Stoll, female collective.