Este campo no es el de Instagram, por Amor Costa.

“¡Me río yo de lo audiovisual!”- clamaba llena de furia mi profesora de griego de COU al leer un pasaje de la Iliada en el que las lanzas chocaban contra los escudos o las olas del negro ponto se estrellaban en la proa de las naves aqueas.  Era una época en la que lo “audiovisual” era el colmo de la modernidad didáctica y me encantaría saber contra qué grita ahora esa mujer en sus clases. Siempre me hizo gracia la falsa disyuntiva entre lo escrito en papel y todo lo que se enchufa, pero a veces sí hay que ponderar la maravilla de abrir un poemario y que con tres versos huelas, por ejemplo, a estiércol de vaca. Y sí, hoy ha llegado el día.

maria

Foto de María Sánchez (twitter)

El primer libro de María Sánchez, Cuaderno de campo (ed. La Bella Varsovia), es muchas cosas más que los olores -a cuadra, a barro, a sangre, a pelaje- que se perciben de forma constante en las páginas, pero la manera en la que los ha integrado en el mensaje y el estilo del libro es de las que no se olvidan. Todo huele y todo te transporta. Todo huele porque el olfato nos orienta a veces más que la luz; y en el mundo en el que nos adentra María Sánchez a veces no hay bombillas: a veces estamos a oscuras y nos tenemos que acercar e implicar de una forma elemental y necesaria. Otras veces es preciso seguir un rastro, oler y palpar.  La vista nos permite mirar desde lejos, poner distancia. El tacto y el olfato nos obligan a pegarnos a la realidad. Y esos, que fueron los sentidos primeros en el nacimiento, nos dan informaciones de las que no deberíamos alejarnos tanto.

cua

Fotos de María Sánchez (twitter)

El germen de lo lírico, tan ligado desde siempre al sentido del oído, está en esta obra completamente entregado a que el ritmo, la música, los tiempos, se impongan desde otros ámbitos. Las estaciones, los ciclos de alimentación, las generaciones familiares, los periodos de cría, las cuarentenas o las repeticiones de las caricias sobre la piel de un animal tienen su propia melodía; y esta melodía se anota en el cuaderno con un sentido científico elemental: el de intentar entender el mundo.

mmmm

María Sánchez

El Cuaderno de campo renuncia a veces a la métrica para imitar ese formato: para hacer listas, apuntes, catálogos. La maravilla es que el lirismo no se pierde en ningún momento porque el hecho de poetizar su faceta de veterinaria rural (“Esta es la mano que cuida”) da a la obra el aire que tienen los textos míticos, los textos que aspiran a guardar la sabiduría ancestral, heredada, y que por eso mismo (y por un tono deslumbrante) colocan estos versos completamente fuera del tiempo.

 La mezcla es extraña. Suena a profeta, aprendiz, curandera. Sus imágenes tienen un radicalismo etimológico y su audacia poética suena tan natural y sólida que te lo creerías si te dijeran que le están susurrando en las orejas Huidobro y Delibes (por poner dos).

cuaderno

Fotos de María Sánchez (twitter)

“(…) podría equipararme con ellos y deciros que/ tengo el corazón de vaca/ tengo los dientes de perro/ tengo la placenta de yegua/ tengo el vientre lleno de leche de gato/ para las crías que invento/ porque yo los he abierto para aprender a delimitar de manera concisa y exacta/ qué trozo de carne debo tocar para que un cuerpo no se derrame”

Me río yo de lo audiovisual.

 

Por Amor Costa.