El título de esto iba a ser “La vida online después de la muerte” porque venía yo a sacar el tema de qué pasa con nuestras redes sociales cuando nos vamos al otro barrio. Pero escribiendo se han ido abriendo otros frentes y llegando otras preguntas y ha habido que ampliar. Empezaré por el tema que venía a sacar.

Las primeras veces que pensaba en “nuestras redes después de morir”, el pensamiento rondaba más el “qué podría pasar con mis datos aunque borre mis cuentas” que un “cómo afectarían mis perfiles a la gente que me quiere o me conoce”. Cosas a nivel de uso de los datos que he generado (a saber qué he aceptado en los términos y condiciones). Pero desde que perdí a gente que usaba redes sociales también pienso en otra cosa. Me despierta curiosidad el qué sucede con el yo digital de nuestros seres cercanos o queridos y qué papel juega en su memoria una vez que ya no están entre nosotros. Pongo ejemplos.

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Antonio Briceño: «Plañideras»

            Christoph* y yo nos conocimos porque me mudé a su país de origen. Murió cuando yo estaba de vuelta en el mío y no pude asistir a ninguna ceremonia en su homenaje. Después de mi vuelta a España, teníamos poco contacto directo y normalmente eran las redes sociales o personas en común las que informaban al uno de cómo estaba el otro. Nada más saber de su muerte sentí esa mezcla de dolor, de “es real” y de “aún no lo asimilo” que hubiese sentido si su casa hubiese estado a 100m de la mía. Pero pasados unos días, empecé a sentir algo diferente. Para mí todo era como siempre. Seguía con mi día a día y mis familiares o amigos no venían a hablarme de su dolor o de Christoph porque no lo habían conocido. Y si entraba a sus redes sociales, su actividad y contenido seguían intactos, como los de cualquier otra persona. Su muerte me afectaba pero por la distancia física o no sé qué motivo también era como haber visto una película o algo ficticio. Como si sacando un billete y volviendo a visitarle todo fuese a ser igual que antes. En las semanas o meses posteriores entré algunas veces a su perfil de Facebook. Un día, de repente, la cuenta ya no existía o no estaba disponible. Mi principal fuente de acceso a su memoria ya no estaba. Por chocante o raro que suene, esto hizo su muerte intensamente real.

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Cristina García Rodero.

            Elisa, amiga de la adolescencia, tenía un humor muy característico. La mejor descripción que se me ocurre es “de repente y al azar”. De vez en cuando me soltaba alguna gracia en la biografía de Facebook (cuando todavía se llamaba “muro” y pasábamos bastante de mandar mensajes privados). Ahora, el On this day (Recuerdos) me sorprende enseñándome alguno de esos chistes. Me la imagino escribiéndolos en su momento pensando sólo en lo inmediato del proceso y en sacarme una risa sin más trascendencia. La herramienta Recuerdos aún no existía, así que dudo que Elisa supiese que con el tiempo esas chorradas en apariencia insignificantes se convertirían en una forma de volver a mis notificaciones, como tantas veces, “de repente y al azar”. El On this day también me enseñó un post que tenía el like de Mercè. Decidí enviar una captura a dos personas que la echan mucho de menos. Me pareció una forma bonita de decirles “Mercé pasó por aquí y parece que le gustó” y que la sintiesen un poco más cerca. Pensé en lo genuino que tenía ese like, al que Mercè no daría tanta importancia en ese momento y que ahora era un regalo que dos personas agradecían conmovidas.

            La cuenta de Christoph está reactivada. Se lee “Remembering” (En memoria de) encima de su nombre. Es el primer y único perfil que he visto así. Miré en el servicio de ayuda de Facebook y vi que puedo decidir qué hacer con mi cuenta cuando fallezca. Puedo decidir que se elimine o que se mantenga como cuenta conmemorativa cuando la compañía sepa que he muerto. O puedo elegir a un “contacto de legado” para que decida qué hacer con ella. Enterarme de esto es lo que me lleva a pensar en otras cuestiones, como había dicho al principio.

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Qore

            En sus menos de 20 años Facebook se ha convertido en algo muy distinto a lo que era en un principio. Su corta historia hace que algunas de sus consecuencias en el futuro aún no se conozcan. Creo que la cuestión de los perfiles y datos de los fallecidos es uno de los aspectos que en general se conocen menos. La televisión, el cine y la literatura exploran más el lado “ciencia ficción” del tema, como hace Black Mirror, por ejemplo. Pero el lado más “realidad”, el de “qué puede pasar con lo que ya existe”, se explora menos.

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Frazer Consultant

            Llevarnos la muerte a las redes sociales. La del famoso y la del anónimo. Imaginemos un momento en que lo normal es tener contactos que se han convertido en cuentas conmemorativas. Por un lado, se me ocurren cosas bonitas, como las que ya me pasan con Elisa, Mercè o Christoph. Y por otro, se me ocurren otras que van desde el “ya veríamos” al “por favor, no”. Cosas como que haya notificaciones como en los cumpleaños: “Mengano murió hace hoy equis años. Hazle saber que le echas de menos.” O un álbum colaborativo donde subir tus fotos en el lugar de despedida del muerto. Quizá no esté tan lejos. Ya postureamos en sitios donde se supone que hay que ofrecer reflexión y respeto, como Prípiat, Auschwitz y otros destinos de turismo negro. En la película donde más tiro de estupidez humana visualizo incluso la normalización del “postureo fúnebre online”. Una mezcla de sobreexposición del duelo y de ostentosidad en los ritos funerarios cada vez mayor por presión social y por deseo de aparentar o competir.

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Idiotes de postureo en Chernóbil y Prípiat. Fuente: ePik

            En fin. Que nos podemos preguntar muchas cosas sobre lo fúnebre y las redes. Sobre lo banal y lo importante. Sobre lo que estaría cerca y lo que quedaría lejos. ¿Se convertirán las cuentas conmemorativas en una forma corriente de homenaje independientemente de nuestro origen o religión? ¿Cómo cambiará la política de privacidad de los datos de personas fallecidas? ¿Normalizaríamos algún día que nuestros herederos tengan acceso a nuestras conversaciones privadas? ¿Quedarán nuestros datos en algún momento libres de derechos y serán accesibles a cualquiera? ¿Hay aquí una posible rama del derecho en auge?  ¿Será querer gestionar las cuentas del abuelo motivo de conflictos en la familia? Y sobre todo, ¿Hasta qué punto cambiarían o no las redes la forma en la que vivimos la pérdida de otro o en que afrontamos nuestra propia muerte?

Por Carmen Balibrea @carmenerbil

*Las personas de las que se habla en este artículo aparecen con nombres falsos.

**Foto portada: Viernes Santo. Bercianos de Aliste, 1971 © Rafael Sanz Lobato