“Tengo que andar

De un lado para otro

Corriendo porque ya nada

Es semejante a sí mismo

Y solo nos envuelve

La cadena (de la palabra)”

Lupe Gómez (A Coruña, 1972), o el yo lírico, es una figura que corre, que corre veloz por las líneas de Pornografía (1995, reeditado por Uña Rota en 2019 con la traducción de Luz Pichel). Tiene amor, poesía, prisa. Quizá esa urgencia de velocidad sea un síntoma de su espíritu bélico. Porque, ¿acaso no se esconde en este libro un grito de guerra a pleno pulmón?; acaso sea la estampa de una poeta que pasea deprisa por la ciudad con un tambor en el regazo,declamando en su lengua materna.

Y lo que mejor admite un grito enfurecido es la claridad: sus versos se revierten de sencillez, como una piel limpia y sin rasguños en la que, sin embargo, late un tumor.

Porque es una poesía áspera, que rechaza el ornato, y, sin embargo, en general es críptica. El lector debe rumiar retazos de información, como jirones escogidos de un diario: un borracho en la noche gritando, una calentura en la barriga, unos vestidos rajados…

po

Portada de la autoedición en gallego de Pornografía, Santiago de Compostela, 1995.

Uno de los grandes temas del libro es el amor, al que le da un tratamiento masticadamente patético (“Antes, cuando él se cortaba, / sangrábamos juntos, / y me dolía su dedo”) que luego, en otras composiciones, se contradice –porque, ¿quién no termina negándose a sí misma en los discursos del amor? -: “Me canso de ver galopar/ siempre la misma paloma”. El amor, pero también el sexo como lugar poético en Pornografía. Es el sexo que deslumbra, que fascina. El sexo de las vacas en su Galicia natal, cuando de pequeña las observaba montarse unas con otras. El no-sexo de las muñecas Nancy. El sexo de las putas. O el pudor de las galeguiñas por andar con los pechos sueltos y caídos.

Pesa también Fisteus como tema, la aldea que la vio nacer y criarse. Ahora es convertida en un espacio semi-mítico que enmarca la infancia y la madurez precipitada del sujeto poético:

“Juego a disparar

Mezclada con los niños

Y ellos no comprenden

Que yo comprenda la guerra.”

Y cómo no, el feminismo, ya no implícito sino verbalizado, que se torna una navaja:

“Sangro, sangro,

Sangro, tanto como un hombre

O más.”

Pornografía guarda la esencia colectiva de haberse escrito y recitado en los bares, teniendo como público a otros poetas ebrios, desorientados y vivos, que alentaban las revelaciones nocturnas. Pornografía es punk sin caer en lo naïf: es tan subversivo que trasciende la ironía y se vuelve pura carnalidad. Es, como apunta la también poeta Luz Pichel en el prólogo, “poesía plena de energía y de mordiente acrobacia”.

Foto de portada: La Voz de Galicia.

Por Inés Belmonte @inesoidea