¿Cuándo se hace grande lo pequeño? Quizás sea lo más difícil de conseguir en la literatura, en el arte y en la vida. Pero si se pone en las manos adecuadas, la tarea se simplifica: todo consiste en usar las palabras adecuadas. Eso es lo que hace Elizabeth Strout en cada una de sus novelas, también en la última, «Me llamo Lucy Barton«, que presenta estos días en España y esta noche en el precioso programa de literatura (el mejor -el único- de nuestra televisión) Página 2 de La 2. Ocasión perfecta para repasar su obra, no muy prolífica pero poderosa (hablábamos de la grandeza de la simplificación) y de conocerla mejor.

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Elizabeth Strout (Portland, 1956) nació y se crió en pequeños pueblos de Maine y New Hampshire antes de mudarse a Nueva York. Hija de padres profesores, su amor por la educación se marca en su ideología y traspasa sus textos. También esa dependencia de los lugares minúsculos para vivir, pasto para las historias que parecen no decir nada, y en las que los silencios lo cuentan todo. Tras siete años trabajando en lo que sería su primer libro, y tras ser largamente rechazada por multitud de editores que le pedían que se dedicase a otra cosa, publica «Amy e Isabelle» (1996), premio Orange, premio Faulkner y con una adaptación para la televisión. A eso es lo que se le llama un «zas, en toda la boca», ¿verdad?

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Pero su lanzamiento definitivo llega con «Olivie Kitteridge» (2008). Premio Pulitzer al año siguiente, la novela cuenta en trece historias cortas sobre diferentes habitantes de Crosby, un pequeño pueblo de Maine, cuyas vidas giran en algún momento alrededor de Olive Kitteridge, la profesora jubilada y con un carácter más que peculiar. Amargada, tirana, salvaje, pero también tierna, el personaje de Olive era un regalo en la literatura y un caramelo para la televisión. En 2014 Frances McDormand lee la novela de Strout y convence a la HBO para crear una miniserie que ya se ha convertido en icono entre los seriéfilos. Una McDormand suprema en su papel que, según contó, vio reflejada a su propia madre, y a ella misma, en la figura de Kitteridge. Así de grande es la pequeña literatura de Strout.

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Y de nuevo es otra mujer la protagonista de su nueva novela. Strout se acerca un paso más al precipicio personal con «Me llamo Lucy Barton» (2016), la historia de una escritora que relata en primera persona su relación con su familia mientras se recupera de una enfermedad en el hospital. En las superficiales visitas de cortesía se esconde la tensión familiar con su marido, su hermana, sus hijos y su madre, Sarah Pyne, la escritora que la subyuga, y hasta resquicios reflexivos de sobre el sida, el nazismo, la pobreza y el fracaso. «Me llamo Lucy Barton» es una breve pero intensa novela que descansa su peso en los personajes, ejes centrales de la obra de Strout. Su pequeña literatura sigue encandilando (Robert Redford prepara adaptación cinematográfica de «Los hermanos Burgess«, su obra de 2013) tanto como la emoción y sensibilidad que desprende la propia autora.

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