Grande, no, grandísimo el libro que tenemos el privilegio de presentar hoy. Se cumplen 70 años de la publicación de uno de los mejores libros juveniles de todos los tiempos, «Pippi Calzaslargas«. Tan atemporal y magnífico, que debería ser despojado de toda etiqueta para convertirse en literatura universal. La editorial Blackie Books lo celebra este aniversario con una preciosa reedición del clásico sueco, con prólogo de Ellen Duthie y traducción de Blanca Ríos y Eulalia Boada. Si ahora lo que más se canta es que «podemos ser héroes, aunque sea por un día», este es el manual de cómo hacerlo.

Su autora, Astrid Lindgren, nació en Suecia en 1907, y si no por su matrimonio o por el nacimiento de sus hijos, siempre ve relegada la escritura a un segundo plano. Sin embargo, es cuando su hija Karin está enferma cuando nace el personaje que la haría famosa para siempre. «Cuéntame algo de una niña que se llame Pippilotta Viktualia Rullgardina Krusmynta Efraimsdotter Längstrumpf», le dice a su madre entre delirios de fiebre. El nombre completo de quien luego llamaríamos Pippi Calzaslargas había sido oficialmente sellado. A partir de ahí, son las historias de esta irreverente niña las que se volverán un icono para varias generaciones.

Pero no fue fácil que las andanzas de Pippi vieran la luz. ¿Una niña que vive sola en casa, con un mono y un caballo, y tiene la suficiente fuerza como para desafiar a la autoridad y cuidarse sola? Pocos eran los editores que querían tener en sus estanterías un ejemplo de subversión tal. Sin embargo, lo que parecía su defecto se convirtió en su principal virtud: es una libertad de Pippi la que la convierte en un personaje tan especial y eterno: la rebeldía de una infancia eterna donde los adultos no se enteran de nada.

Con una docena de libros con Pippi de protagonista, una inolvidable serie de televisión en los 70, que pondría el rostro más acertado a la heroína que todos leíamos, y hasta un videojuego propio, Pippilotta parece seguir siendo un icono donde mirarse cuando el aburrimiento y la desidia aplacan nuestros días. No hay que esperar a tener hijos para leerles sus aventuras, basta con empezar con la pequeña niña pelirroja que todos llevamos dentro.