Qué difícil ser breve. A nosotras, las cronistas, las amantes de las letras, nos pende sobre la cabeza siempre el peligro de no saber cuándo parar. De ahí que soñemos con terminar algún día ese novelón que tenemos empezado desde veinteañeras, ese tocho que luzca gordo y hermoso como un bebé al que todos quieren coger: así sí, dirán los críticos del pueblo que siempre hemos querido callar. Pero, ¿y si el verdadero poder estuviera en saber echar el cierre? ¿Será el momento de reconocer que los relatos cortos albergan el verdadero talento del escritor? Después de leer a Mariana Enríquez, sabrás que absolutamente SÍ.

Barcelona   Barcelones    30 01 2017    ICult   La escritora argentina Mariana Enriquez  presenta su libro de relatos  Los peligros de fumar en la cama         170130  EX   0174    en la foto      Mariana Enriquez  en el hotel Condes de Barcelona     FOTO   PUIG  JOAN

 ICult La escritora argentina Mariana Enriquez FOTO PUIG JOAN

Y esta pasada temporada ya iban avisando. Las turbas de bookstagrammers paseándose con sus recopilatorios de relatos de Lucía Berlin y Joy Williams, reivindicando que el tamaño sí importa. Es la hora de las cuentacuentos, y Mariana Enríquez es una de las grandes. La escritora argentina (Buenos Aires, 1973) puede con novela, ensayo, periodismo, pero es en el pequeño formato donde encontramos joyas absolutas. Autora de casi una decena de novelas, este año Anagrama reedita «Los peligros de fumar en la cama«, original de 2009, una ocasión perfecta para acercarse a la obra de Enríquez sin miedo.

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¿Hemos dicho sin miedo? Perdón: preparaos para temblar. Porque si algo hace bien Enríquez es controlar con maestría los mecanismos de la literatura de terror. Los doce cuentos de este «Los peligros de fumar en cama«, antecesora de «Las cosas que perdimos en el fuego» son perlas góticas actualizadas con los horrores que nunca pasan de moda: lo extraño, el deseo, la familia. Comparada con Cortázar, Pilar Pedraza o Shirley Jackson, su delicado simbolismo y uso mágico del lenguaje crea la perfecta incomodidad para quedarse pegado al libro hasta el final. La autora superó la etiqueta de «escritora joven» cuando en el 94 publicó «Bajar es lo peor» y ya es uno de los nombres mayúsculos de la literatura en español.

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Aprovechad de Enríquez todo lo que tengáis a mano. Colaboradora habitual en revistas y publicaciones como Granta, Electric Literature, Asymptote, McSweeney’s, Virginia Quarterly Review y The New Yorker, nosotras estamos enfrascadas en sus surrealistas viajes narrados para la no menos soberbia revista Anfibia. «Este es el mar» es la novela corta que presenta este 2017, en la que ella misma cuenta que le apetecía cambiar de registro situándola en L.A. y tomando el rock parte de protagonismo. Y además, promete que su próxima obra será una novela larga con bastante de política. ¿Nos privará Enríquez de ese más allá que tanto nos chifla? Cuenta en Eterna Decadencia: «Una vez vi, entre grandes comillas, un fantasma. Fue en la casa de mi abuela. Estaba en la cama, me había llevado un libro. La casa de mi abuela era una casa chorizo, donde se pasaba de habitación en habitación. Mi abuela no sé dónde puta estaba. Mi papá estaba en la otra habitación. Yo vi pasar un tipo que iba al baño (el baño quedaba para ese lado). Había la suficiente luz para que yo pudiera distinguir algo más que la sombra de un tipo, pero era un tipo. Alto y pelado. Y no era mi papá, que es bajito y tiene pelo. Yo tenía casi treinta años. Y nada, no me dio miedo. Al final me quedé dormida. Pero no creo en estas cosas. Tengo una parte de mi familia que es muy supersticiosa y cree en esas cosas, y me fascina, pero no me engancho mucho. Me gustaría que sí, en realidad». Bendito acojone.

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Foto de portada: Vito Rivelli