Entre la mística y la condescendencia, algunos soterraron «Mujeres que corren con los lobos» al rincón del new age y la autoayuda. La psiquiatra Clarissa Pinkola había escrito uno de los libros más clarividentes de su carrera que subtitulaba «Mitos y cuentos del arquetipo de la mujer salvaje» (nos gusta más en inglés «Contacting the power of the wild woman») en el que conectaba nuestro yo del presente con la valentía y libertad de nuestras ancestras, animándonos a volver sobre sus pasos para encontrar una fuente legítima de fuerza y poder. Este mes descubrimos este libro a través de «Our shared self«, el club de lectura feminista que fundara Emma Watson y que durante marzo y abril estudia esta estupenda obra, «Women who run with the wolves«. Y como nosotras estamos a punto de celebrar una nueva cita de nuestro club «La Tribu», hoy le rendimos homenaje  a nuestras homólogas americanas: el mundo globalizado a veces nos permite estas maravillas.

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«Mujeres que corren con los lobos» fue escrita por Clarissa Pinkola Estés en 1993, aunque la inició en 1971 y le dedicó casi veinte años de desarrollo. Psiquiatra especialista en recuperación post-trauma y psiocoanálisis junguiano, también ha sido profesora y escritora de otras obras donde las  mujeres son protagonistas como Untie the Strong Woman: Blessed Mother’s Immaculate Love for the Wild Soul (2008). La autora impregnó esta obra de sus conocimientos de la psique femenina, poniéndola en primer lugar y aceptando por supuesto lo que hasta entonces se podía considerar, por espiritual, falso o malentendido en este campo.

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Y es que «Mujeres que corren con los lobos» debe ser leída sin prejuicios ni ataduras, aprovechando de sus citas, cada lector, lo que más llegue a su personalidad. ¿Por qué no contar con que nuestra intuición sigue siendo una gran arma? Pinkola reivindica también la necesidad de desarrollar nuestra creatividad artística «a través de la escritura, la danza, la pintura, y todas las artes que nos ayuden a sacar nuestro yo profundo de su escondite«. Por otro lado, la autora norteamericana de raíces latinas aprovecha su aprendizaje en la tradición y cultura populares para defender la apropiación de nuestros orígenes de forma orgullosa: nuestras antecesoras sabían hacerse de valer. También vuelve a conectarnos con la naturaleza, personificada en los lobos, para escuchar nuestros ciclos vitales (algo que ahora oímos tanto, el hacer caso a nuestro cuerpo, sobre todo nuestro organismo reproductivo, contra el que tanto tiempo, y por culpa del patriarcado, hemos estado maltratando).

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En nuestro constante estado de alerta por mantenernos a salvo, no solo físicamente, sino en terrenos como la intelectualidad o la creatividad, las mujeres solemos escudarnos en la lógica aplastante del mundo real que siempre nos va a ser hostil. Personalmente, nosotras somos de las que se agarran a esa lógica como bate para patear culos. Pero resulta liberador escuchar las líneas de obras como esta  «Mujeres que corren con los lobos»: adáptalas a tu personalidad y te servirán de mantra diario. Como la que elegimos hoy para lidiar con un nuevo día: «No podemos controlar quién nos trae al mundo. No podemos influir en la fluidez con que nos educan. No podemos obligar a la cultura a volverse instantáneamente hospitalaria. Pero las buenas noticias son que, aún después de ser heridos, aún en un estado fetal, aún incluso en un estado hasta el momento de captura, podemos recuperar nuestras vidas.»

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