Tenía el pelo despeinado, era alta y endeble, llevaba los labios de color rojo para parecer mayor, su mirada seguía siendo la de una niña. Chaqueta de Bowie color burdeos, camisa azul celeste, pantalones negros y tacones con calcetines. No recuerdo como llegué hasta ella, sólo que teníamos casi la misma edad y destilaba melancolía, tuve que quedarme. Así fue como conocí a Christiane.

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C.F. durante el rodaje de la película «Decoder», Hamburgo.

Acababa de cumplir quince años cuando la yonkistar más famosa de Alemania se da a conocer con la publicación de Los niños de la estación de Zoo (1978), biografía escrita por los periodistas Kai Herrmann y Horst Rieck, y Yo Christiane F. Hijos de la droga (1981), película de Uli Edel.

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Cartel de la película.

Desde los catorce años Christiane ya era adicta a la heroína. La probó por primera vez en un concierto de David Bowie. Poco tiempo después, empezaría a prostituirse. Lo impactante no era lo que contaba sino la desgarradora forma de hacerlo: “es feo morir cuando uno todavía no ha tenido la oportunidad de vivir”. Christiane se convirtió en la voz de la rebeldía adolescente coronándose como la antiheroína  que escandalizó a Alemania y al mundo.

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Quinceañera, drogadicta, famosa y con dinero. ¿Había esperanza para ella? De eso habla Yo Christiane F. Mi segunda Vida. Durante tres años la periodista Sonja Vukovic estuvo conviviendo con Christiane, recapitulando todo sus recuerdos. Su voz vuelve a cobrar vida, esta vez más madura, desde el recuerdo y la nostalgia. Pero no se la encuentra aleccionadora, mantiene una frialdad aplastante. “Una se acostumbra a todo, incluso a ver morir a los colegas. Perdí decenas de amigos, y ni siquiera sé cómo murieron muchos de ellos.”

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El libro, editado por Alpha Decay

Christiane hace un balance de sus experiencias en primera persona, donde se codea con lo más underground de la escena de los años 80. Compartió apartamento con miembros de Einstürzende Neubauten y montó una banda con su novio Alexander Hacker llamada Sentimentale Jugend. Conocer a Bowie le valió para volar junto a su banda en el avión privado de los Rolling Stones. Fiestas con AC/DC, Nina Hagen, Rodney Bingenheimer, un zumo con Billy Idol… Estuvo presente cuando los Van Halen compusieron “Jump”. Las anécdotas no acaban. Incluso hizo sus pinitos en el cine; en la película Decoder, dirigida por Muncha.

Los viajes a Los Ángeles, San Francisco, Nueva York, su épocas en Zurich, Grecia, Ámsterdam, sus romances, su maternidad, su estancia en la cárcel… “en prisión me sentía a menudo más libre que cuando vivía en libertad”. Todo con el nexo de unión que le ha perseguido y ya forma parte de ella, esa nube que la envuelve permanentemente: la droga.

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En Los Ángeles durante la promoción de la cinta.

Pero Christiane no es la única. El consumo de drogas era algo desconocido en la RFA. Saltaron las alarmas cuando, en 1977, los periódicos alemanes amanecieron con el titular “¡Sólo tenía 14 años!”. Babette D, amiga de Christiane, muere victima de la heroína. Tras la publicación de su biografía, se convirtió en lectura obligatoria en todos los institutos. “La pequeña yonqui tuvo imitadores y se transformó en una estrella cuya autodestructiva adicción escandalizó a la opinión publica”.

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Casi paralelamente, en Seattle, en la primavera de 1983, la fotógrafa Mary Ellen Mark conoció a Tiny. Sólo llevaba unos meses consumiendo crack y ejercía la prostitución. Su reportaje para la revista Life y el documental Streetwise de Martín Bell la dieron a conocer al mundo. Si la banda sonora de la película de Christiane fue la música del duque blanco, la de Tiny sería la de Tom Waits y el músico callejero Baby Gramps. Un film en blanco y negro envuelto por la frialdad de las calles de la cuidad que sería la cuna del grunge una década más tarde. Recientemente ha aparecido la cinta Tiny: The Life of Erin Blackwell (2016), donde cuenta cómo es su vida en la actualidad.

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Tiny, Seatttle.

Frente al final bucólico y abierto del biopic de Christiane, son muchas las preguntas que quedaron en el aire. Con Mi segunda vida vuelve a ser generosa y responde tajante: “Fibrosis. A los cincuenta y un años me encuentro en el estadio previo a la cirrosis. Desde 1989 mi hígado está inflamado de forma permanente. Tengo hepatitis C, genotipo IA, la cepa más agresiva que se puede encontrar en Europa. Ni idea de cuándo y dónde la pillé. Sudo sin parar, incluso a diez bajo cero […] Por no hablar de la boca pastosa y el estreñimiento. A veces me paso varios días sin ir al baño. O bien vomito toda la noche porque algo en mi metabolismo se me inflama y ya no tolero los antibióticos. […] Eso no es vida”.

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C.F. en una sesión fotográfica en Sunset Boulevard.

Christiane nunca se dejó impresionar por el dinero y la fama que la envolvió de la noche a la mañana. Sorteó la vida lo mejor que supo y asombra un poco que aún siga viviendo de los derechos de autor del libro y la película. ¡Una yonqui ahorradora! Eso no me lo esperaba. ¿Era necesaria esta segunda parte? Yo creo que sí. ¿Habrá una tercera? Nunca se sabe. Cómo dice Christiane, “¿quién habría pensado que llegaría a cumplir cincuenta y uno?”

ansa - chri2 - epa03861322 An undated handout photo provided by Marcel Mettelsiefen/Deutscher Levante Verlag shows Christiane Felscherinow, aka Christiane F. Thirty five years after the autobiographical book 'Wir Kinder vom Bahnhof Zoo' (We Children from Bahnhof Zoo), the Berliner Felscherinow now tells her whole life in her biography 'Christiane F. - Mein zweites Leben' (lit. Christian F. - My second life). EPA/MARCEL METTELSIEFEN / DEUTSCHER LEVANTE VERLAG ATTENTION EDITORS: Editorial use only in the context of the coverage of the book with mention of the source HANDOUT EDITORIAL USE ONLY/NO SALES

                         C.F. en la actualidad      

Por María Velvet