A veces una apuesta por la cultura puede hacer que en España disfrutemos de grupazos musicales, que haya bombas sobre los escenarios nacionales como Neil Young o PJ Harvey, incluso que gracias a festivales de cine patrios nos crucemos por la calle con Harvey Keitel o Tarantino. Así, como fans enloquecidos se sienten estos últimos años los amantes de las literatura gracias a certámenes como el Premio Leteo de León. Durante sus quince ediciones, Amé­lie Not­homb, John Ban­vi­lle o Michel Houe­lle­becq han pasado por la ciudad castellana para recibir sus galardones y así disfrutar con su presencia cercana. En esta XV edición de los Leteo se homenajea a la poeta Sharon Olds, una de las escritoras contemporáneas más reconocidas y a la que se la ha comparado, por su sutileza al retratar la belleza de la vida con el mismísimo Walt Whitman.

Sharon Olds (1972) nace en San Francisco, EEUU, y actualmente imparte clase en la Universidad de Nueva York. Pero no nos quedamos cortas si decimos que Olds es una de las voces más importantes de su generación, capaz de impresionar a crítica y público por igual en un género que rara vez llama la atención como es la lírica. Sus ocho libros analizan diferentes temáticas con un estilo siempre reconocible. En su primer volumen, «Satán dice«, se autobiografía a través de una angustiosa descripción del amor y el dolor propio. «Los muertos y los vivos» (1984) se habla de la familia, sí, pero nunca desde un punto de vista cómodo: sexo e infancia, relaciones sociales fallidas y un círculo familiar punzante en cortos versos de gran impacto. Así, la erótica, la elegía a su padre muerto o el amor a la naturaleza son otros temas que Olds desgrana con valentía y destreza.

Feminista y activista convencida, siempre ha defendido los derechos de la mujer y el papel social que merece, y podemos comprobarlo en poemas como «El aborto» o «Conflictos». También comprometida con su país, rechazó una invitación de la entonces Primera Dama Laura Bush con una carta abierta en la que expresaba su vergüenza por la situación de una América perdida en la inutilidad de un gobierno desastroso. «Mientras sea fiel a mi lado salvaje todo me parece bien» declaró en una entrevista para Ana Merino, en la que adelanta que en su próximo libro, pendiente para este 2016, tratará de «el amor sexual, el sexismo, la gue­rra con­tra las muje­res, (…) la mujer como un mero objeto domés­tico, el riesgo de abuso con­tra el cuerpo feme­nino, o nues­tras pro­pias expe­rien­cias sexua­les y las de otros (…) Incluye una oda al himen, una oda al clí­to­ris, una oda al pene, una oda al tam­pón, una oda al con­dón; pero tam­bién una oda a mi blan­cura, a las cosas de las chi­cas, a los bigo­tes, a las estrías o a los últi­mos árbo­les de la ciu­dad de Nueva York.» ¿Todo eso cabe en un solo libro? Si es de Sharon Olds, sí.

POEMA PARA LAS TETAS (Sharon Olds,Traducción de Diana Martínez Heredia)

Como otras gemelas idénticas, se pueden

distinguir mejor en la adultez.

Una es rápida para fruncir su ceño,

su cerebro, su inteligencia ágil. La otra

sueña dentro de una constelación,

pecas de Orión. Nacieron cuando tenía trece,

se levantaron en mitad de mi pecho,

ahora tienen cuarenta, sabias, generosas.

Estoy dentro de ellas –de alguna manera, debajo de ellas,

o las llevo conmigo–, viví tantos años sin ellas.

No puedo decir que soy ellas, aunque sus sentimientos son casi

los míos, como con alguien que uno ama. Ellas parecen,

para mí, un regalo que tengo que dar.

Dicen que los chicos veneran su categoría del

ser, que por ellas casi llegan a morir de hambre,

eso no se me escapaba, y algunos jóvenes

las amaron de la forma en que uno mismo quisiera ser amado.

Todo el año han estado llamando a mi esposo que partió,

cantándole como un par de sirenas

empapadas sobre una piedra áspera.

No pueden creer que él las haya dejado, no está en su

vocabulario, ellas –hechas

de promesas– literalmente son como votos cumplidos.

A veces, ahora, las tomo por un momento,

una en cada mano, viudas gemelas,

pesadas con pena. Fueron un regalo para mí,

y entonces eran nuestras, como infantes sedientas

de entusiasmo y abundancia. Y ahora estamos de nuevo

en esta estación, la misma semana

en que él se mudó. ¿No les susurró:

“Espérenme aquí un año”? No.