Que llegue a nuestras manos una preciosa obra como esta sólo se ve empañada por las circunstancias de tal publicación: ¿habría sido capaz Marina Keegan de llamar la atención de las editoriales si no hubiera muerto en un accidente de tráfico? Alpha Decay publica entre sus novedades «Lo contrario a la soledad«, el manifiesto de una joven prodigio de las letras que empezaba a despuntar entre sus compañeros de Yale con sus textos sobre un «carpe diem» muy millenial, y que al suceder la tragedia, se hicieron virales por Internet como triste ironía y posterior homenaje.

Más allá del morbo de la historia, la literatura de Keegan vale la pena como retrato de una generación. A sus 23 años los terrores son comunes: la angustia en la carrera por llegar  a ser algo en la vida, la exuberancia de la juventud eterna, las ganas de cambiar el mundo, todo ello con un halo de optimismo y vitalidad que encoge el corazón del lector que ya sabe su final.

Además de «Lo contrario a la soledad», parte del discurso que la propia autora pronunció ante sus compañeros de graduación, encontramos nueve relatos sobre la familia, amores adolescentes o incluso una mirada a la guerra de Irak. Escribe el prólogo Anne Fadiman, su profesora y mentora, herida pero esperanzada de esta generación que clama «tenemos todo el tiempo por delante», por su energía e incapacidad de rendirse. Triste legado el de Keegan, sí, pero un aliento ante la apatía del día a día, que nos hace levantarnos y reclamar nuestro sitio en el mundo.