Sheila Heti tiene un nombre poco habitual para ser de Toronto, Canadá. Su característica media melena y su dorado flequillo tampoco avisarían que tiene 38 años, y es que parece una quinceañera. Heti no es ni demasiado peculiar ni demasiado normal, pero quizá escribió uno de los libros más interesantes del 2010, «¿Cómo debería ser una persona?» y recién acabado el 2014 presentó «Women in clothes», una suerte de experimento sociológico donde los vaqueros y las camisetas dicen más de nosotras de lo que pensamos. Por ofrecernos food for thought, Heti se merece formar parte de nuestra familia.
Heti, hija de inmigrantes judíos, estudió en Canadá historia, filosofía y drama en la Escuela Nacional de Teatro. Aprendió a escribir obras propias y sus primeros relatos avanzan en esa técnica. Con «Middle Stories» (2001) llega su incursión en el formato cuento, pero es con «Ticknor» (2005) , una novela sobre William Hickling Prescott y George Ticknor, con la que consigue dar el salto literario y empezar a publicar en House of Anansi. Con la anterior citada «How a person should be» (2010) revisitada en 2012 con el subtítulo «A novel from life«, una obra sobre sus amigos basada en parte en las entrevistas a su compañera Margaux Williamson, consiguió entrar en las veneradas listas del «best of the year» del New York Times o The Observer.
También se ha atrevido con el ensayo filosófico («The Chairs are where the people go» (2011)) o el libro para niños «We need a horse» (2011). El más actual y llamativo, «Women in clothes«, co- escrito con Heidi Julavits y Leane Sapton (en la foto) pretende ser una no-ficción sobre la relación de las mujeres con sus prendas de vestir basadas en más de 600 entrevistas a mujeres por todo el mundo. De unos simples conjuntos terminan por emanar ideas, valores y años de feminismo reprimido, capitalismo y sociología, y por qué no, algo de emoción ante el amor a los objetos.
Sheila Heti trabaja de editora para The Believer, está traducida a más de diez idiomas y en España la publica Alpha Decay. En su web una castaña nos indexa a su obra y un pistacho recoge sus mejores entrevistas. Mejor imposible.