Jane Wilde nació en St. Albans, Inglaterra, en 1944. Doctorada en lenguas romances y experta en poesía medieval española, ha escrito varios libros y da clase en la universidad. A pesar de sus méritos, y gracias a ellos, siempre será Jane W. Hawking, la que fuera primera esposa de Stephen Hawking y la autora del libro sobre su relación en el que se basa la nueva película hollywoodiense que huele a Oscar, «La teoría del todo».
Se casó con Hawking con 21 años y su matrimonio marcó toda su vida. A pesar de que por entonces la sombra del ELA ya empezaba a asomar en el maltrecho cuerpo del científico, Jane se enamoró de su «simpatía y excentricidad» y estuvieron juntos del 1965 al 2006, cuando se divorciaron. Fue tras la separación de Hawking con su segunda mujer que retomaron relaciones y Jane escribió Travelling to Infinity – My Life with Stephen, aunque ya en el 99 había relatado parte de sus experiencias en Music to Move the Stars: A Life with Stephen.
A pesar de su devoción por Stephen, no todo fue un camino de rosas para el matrimonio. La religión, que ella profesaba fervientemente fue la primera traba de la relación, pero sobre todo lo que Jane consideraba el «endiosamiento» del científico: después de dedicar una vida a cuidarlo, rechazando enfermeros y apoyándose a veces solo en ella, el reconocimiento mundial lo convirtió en un tirano, según su opinión.
En la actualidad han recuperado las buenas relaciones e incluso Stephen ha reconocido en público la ayuda infinita que fue Jane. Con tres hijos en común, el científico vio con buenos ojos el libro autobiográfico de Jane y ambos han elogiado la versión cinematográfica del director James Marsh, con un Eddie Redmayne sensacional como Hawking y Felicity Jones en el papel de Jane, ambos nominados para varios premios de los cuales Redmayne ya ha conseguido el Globo de Oro a mejor actor de drama. Al final, Jane Hawking fue una mujer a la sombra del hombre que estará destinado a ser recordado en la historia de la humanidad, pero qué duda cabe que, como siempre ha pasado, sin su apoyo, más literal que nunca, Hawking quizás no habría sido tan Hawking.