Hace tiempo, un par de años ya, corría por las redes un meme de incalculable valor para nuestras autoestimas. Rezaba la típica frase de portada de Vogue, Cosmopolitan y demás sucedáneas, una frase que en el copywritting nunca ha dejado de tener a mano, cada año por estas fechas:
Qué hacer para tener un cuerpo de playa.
Luego el meme seguía:
-Tener un cuerpo
-Ir a la playa

Bendito meme, benditas redes sociales. Justo en el blanco.
Muchas personas compartieron esta “broma” en sus muros como lo que representa en la actual sociedad este mensaje: una broma. Algo que denuncia una realidad tan contundente no puede ser sino tomado como una broma en el mundo del famélico estereotipo que nos rodea. El puto mundo al revés, señoras y señores. La ostia, si lo piensan, un poco aunque sea.

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Estas fotos las he pillado por Google. Se trata del álbum de una muchacha que hace música… intimista. Como podéis observar.

Y que no. Que no es nada nuevo. Que nos sorprende a nadie lo que aquí cuento.
Ya está Mariu quejándose de no poder estar gorda y a gusto y se ha puesto a escribir sobre lo que ya sabemos, que el mundo comercial nos ha metralleado la imagen de la mujer perfecta que tiene un cuerpo parecido al de una Barbie.
Vale, de acuerdo, se ha normalizado, nos hemos acostumbrado a que las mujeres que representan un ideal de belleza en occidente son súper modelos que son altas como caballos, y huesudas como un insecto palo.
No todo el mundo puede ser ni es modelo de publicidad, dadas las extremas características requeridas. Vale. Eso también lo sabíamos.
Y, de acuerdo, no nos vamos a llevar las manos a la cabeza por eso, faltaría más, sorprendernos por el canon establecido ya en los dos miles. Porque si en los 90 todavía había curvas (pienso en Cindy Crawford ¿sigue con Richard Gere?) ahora sólo hay largas y rectilíneas carreteras a los trastornos de alimentación, entre otras maravillas.
Heteropatriarcado o no, lo que realmente sorprende es que sean las propias mujeres las que alimenten dicha normalización del estado de salud como precario, respondiendo a la oferta, siendo ellas demanda de dicha imagen de inconmensurables proporciones de realidad.
Chica, no sabía que tu vida fuera tan dura como para querer ser delgada.
Ni que quisieras que tu vida fuera tan dura para poder estar delgada y echarte esa foto en la playa, teniendo dicho cuerpo de revista.
Independientemente de que existen mujeres cuyo metabolismo las haga ser delgadas, porque hay de todo en la viña del Señor, ignoraba yo que tuviera que hacerles la ola o la oda a la estética por ser simplemente como son. Ni más ni menos.
Cuántas, Señor, cuántas veces he tenido que oír de alguna mujer con cuerpo danone (rico, sabroso, SANO) el “estoy gorda”.
Cuántas, Señor baja y carga, he tenido que oír juicios sobre mi cuerpo cada vez que me cruzo con cualquier amigo o conocido que no veo desde hace tiempo: la fórmula ¿Cómo estás?/ Has adelgazado, ¿eh? (lo de adelgazado como un cumplido, por supuesto) que pone el foco sobre el cuerpo de las personas.

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Harry Callahan… y encuentre las 7 diferencias.

Pero lo que más me llama la atención es cómo este estereotipo, propio de la industria de la moda y de la publicidad, ha hecho mella en la fotografía artística de desnudos.
Confieso que yo misma me dediqué a stalquear y trolear, lo que viene siendo ir a joder, sin pudor alguno y con todo el sentido del humor que fuera posible, en las redes sociales de buenos y semipopulares fotógrafos a nivel local cuando me daba de bruces con fotos de luz delicada, encuadre soberbio y composición inteligente sobre costillares LITERALMENTE.
Y no se trata sólo de una tendencia local murciana, hay muchos fotógrafos aquí y muy buenos además, es toda una línea de trabajo y obra en fotografía que podríamos definir como El De Profundis. Ahora todas huesos y pieles son retratados de la manera más poéticamente posible. Lo que ya estaba normalizado se está idealizando, ensalzando. Flaco favor le hace el mundo del arte, ése que se dice erigir como micrófono de las injusticias de la sociedad siempre.

No soy la primera, lo sé, en denunciar esto. Hace relativamente poco leí un artículo sobre cómo un nimio detalle como las poses, (ésas improbables, extrañas, millenial-melancólicas) estaban dando lugar a un proceso de mitificación de la depresión en la mujer. Si es que estar delgada y sufrir es cool. Ambos adjetivos conjugan perfectamente el uno con el otro. Y nunca estar desnuda, real y normal había sido tan avergonzante.
Y sin embargo no querrá reconocerse, sobre todo en aras de mantener lo políticamente correcto, y es precisamente esa falta de coherencia entre su discurso personal y por lo que las fotografías están para demostrarlo, lo que hace que todo este movimiento fotográfico resulte extremadamente hipócrita y demagogo.
Fotógrafos que no saben hacer mejores fotos, y no se arriesgan a que su sensibilidad puedan superar al éxito rotundo de likes que da una tía a la que parece que ni le ha venido la regla. Que se de por aludido quien así lo sienta.
La mayoría de estas fotos cuentan con un espacio desprovisto de muebles, subrayando intimidad, o en medio de la naturaleza, remarcando naturalidad. La temperatura de la luz, además, siempre delicadamente fría o cálida nos lleva a esa ensoñación, esa idealización del cuerpo desnudo o semidesnudo (tapado con vestidos de florecitas al más puro estilo catálogo de Woman Secret), en ese momento de eternidad efímera, en ese espacio de silencio y quietud.
Voy a vomitar, si veo una más.
A lo mejor a sí adelgazo.
No hay mala foto que por bien no venga.
Qué empacho, señoras, qué empacho llevo.

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Harry Callahan, que estás en los cielos.

A estas alturas del cuento no vamos a poder cambiar el mundo de la fotografía de moda pero pediría que el mundo de la fotografía artística occidental, ésa tan íntima y de paisajes naturales, esa tan de profundis, se fijara en maestros del desnudo fotografiado como Harry Callahan, y no sólo emulándolos pobremente. Hace falta más que una tía desnuda y delgada para que una foto sea artística.
Hago un manifiesto público en el que pido más implicación por parte de los fotógrafos que se consideren artistas para que vayan un poco más allá, un poco más lejos que Instagram, o de Instagram.
Tal vez así estarán contribuyendo a una sociedad en la que las mujeres no tienen como máxima satisfacción semanal el haber perdido un kilo, mujeres cuyos objetivos personales sean más enriquecedores. Mujeres cuya fuerza de voluntad se refleja en otras cosas más valientes que no comer. Mujeres que no necesitan colgar en sus redes sociales la de kilómetros que han sudado y sentirse simplemente orgullosas por ser lo que son.
No pienso ponerme hablar aquí de tantos por cientos. De los tantos por cientos abrumadores de mujeres y hombres también, que sufren trastornos mentales más o menos severos directamente relacionados con el hecho de no poder parecerse a los ideales.
La fotografía artística no debería estar montada en el mismo barco que el de la fotografía de publicidad. Debería de ser un submarino que estrella su férrea cabeza contra ese barco y lo haga añicos.
Venga hombre: si es que vamos a terminar todos como la vieja de Requiem por un sueño, no delgadas y delgados, sino locas y locos como un cencerro.
¿O es que acaso no lo estamos ya?

Por C.r. Mariu.