Críticas y vítores. Aplausos y rancios gruñidos de desaprobación. Entre estos dos mundos se mueve Rocío Márquez, abanderada del nuevo flamenco que está cambiando los palos clásicos hacia un elegante vanguardismo. Como ya lo hiciera Morente con uno de los mejores discos de todos los tiempos, «Omega», junto a Lagartija Nick, desmonta este estilo en su ambiente más tradicional para adaptarlo a otras visiones, a un mundo distinto y cambiante, a una versión femenina y joven. Quizá a Morente, icono reconocido, le permitieron esta disquisición que luego resultó ser una puta obra maestra, y a Márquez le esté costando más abrirse camino por ser novata y mujer (salvando el talento innato y veteranía que los separa), pero no parece que esos prejuicios vayan a detenerla. Esta noche, en el Teatro Circo de Murcia, presentará el disco del que todo el mundo habla junto a nada menos que Miguel Ángel Cortés, Los Mellis, Raúl Cantizano, Niño de Elche y Antonio Montiel.

Su trabajo «El Niño» es un homenaje al cante libre de Pepe Marchena, que ha creado junto al productor Raül Fernández,’Refree’. Rocío Márquez (Huelva, 1986) había bebido el flamenco clásico desde una niña, pero sentía que algo no funcionaba del todo. Se veía más cerca de Marina Abramovic o Pina Bausch, del rock y hasta el «krautrock alemán». Con Refree tras los mandos técnicos y mezclando el clasicismo de Pepe Habichuela a la guitarra y la transgresión de Niño de Elche en el escenario (otro de los grandes personajes del flamenco de esta generación) es imposible que no ocurra algo especial, y así pasa: hay gritos desgarradores, teclados que chirrían, actitud punk y mucha emoción.

Rocío Márquez junto a Niño de Elche.

Reivindicativa (recuerda siempre la Peña Femenina de Huelva, el colectivo de los 60 que montaron las mujeres a las que no se les permitía entrar en los tablaos) y concienciada (sufrió bullying de pequeña tras ser una habitual de programas musicales infantiles como «Menudas estrellas»), Márquez ha encontrado en esta forma de expresar el flamenco una vía de escape. En 2008 fue la primera mujer en conseguir la Lámpara Minera del Festival Cante de las Minas de la Unión y sus cuatro primeros premios, e incluso en el pasado Primavera Sound su concierto fue un auténtico espectáculo. Nos quedamos con sus declaraciones al El País y esperamos sentir ese atropello de sensaciones en directo: «Yo creo que hay que partir de lo clásico, pero sin limitaciones. No he vivido una guerra, no he pasado hambre, he ido a la universidad y a mis amigos les gusta Extremoduro. No puedo ser igual que los de antes. La tradición debe vivir en el presente. En el siglo XVIII ya existía el debate sobre la pureza y aquellos que entonces no eran académicos y traicionaban la tradición hoy son nuestros referentes. Quizá reproducir sin más el pasado solo es ofrecer algo sin vida. Y lo que no está vivo, está muerto”.