Me llamo Belén Conesa, lo cual da pistas de que soy mujer. No sé si por éso o por cualquier otro motivo que desconozco, siento una especial fascinación por muchas de las artistas del último siglo, capaces de hacerse visibles en un mundo de hombres. No tanto por las que obviamente han sido revolucionarias en forma y fondo como Dora Maar, Frida Kahlo o Lee Miller frente a colosos de la talla de Picasso, Diego Rivera o Man Ray. Me seduce especialmente la dualidad de esas mujeres de carácter hogareño y el deseo incontenible de expresarse a través del arte por una necesidad de ser algo más que madre o hija, de gritar o buscar un lenguaje propio donde reinar. Las olvidadas y recuperadas como Carol Rama, las modélicas Louise Bourgeois, Eva Hesse o la contemporánea y sucesora en cierta medida de estos monstruos, la estadounidense Kiki Smith.

Hija de Toni Smith, uno de los artistas abstractos más importantes de la generación de la posguerra, que podría haberse quedado ahí, en la hija de un grande y que ha llegado a situarse entre las artistas americanas más importantes de los últimos años. Pasó mucho de su tiempo infantil ayudando a su padre. Ayudar constantemente a su progenitor y escuchar sus rollacos durante años (horas y horas, por lo que cuenta) podría fácilmente haberle hecho odiar la profesión, pero en ningún caso fue así. Durante su infancia estuvo dividida entre la necesidad de escapar de alli a toda costa y un incipiente interés que el tiempo puso a su favor.

Curiosamente y a pesar de sus orígenes, hablar de Kiki Smith es adentrarse en elementos que no encajan del todo con la imagen simplificada del “artista” excéntrico, rebelde y bohemio. Se declara católica y aunque trabaja continuamente con colaboradores externos nunca ha mantenido un espacio formal de trabajo fuera de su hogar. Smith se ha autodefinido como “ama de casa artista” ya que normalmente trabaja en casa con materiales modestos. Hace su trabajo mientras el resto de su vida privada sucede a su alrededor. Aunque a veces encasillada en el feminismo, su universo femenino busca una lectura más abierta. Esa particular sensibilidad de la que hace uso en la forma se aleja de la simple ñoñería para reinterpretar tematicas filosóficas, sociales y espirituales siempre a través de infinidad de materiales.

La normalidad que se respira hoy en el arte es fruto del ejemplo de personas como ella, cuyo trabajo evidencia artistas imposibles de encasillar y prototipar, aquellos que buscan lo sublime en espacios reducidos. No todo es quemar las calles (que también es necesario), algunas de estas expresiones acaban siendo a veces mucho más incendiarias y profundamente válidas. ¿Por qué no?

La obra de Smith se encuentra en numerosas colecciones de los museos destacados, entre ellos el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Walker Art Center, Minneapolis, Whitney Museum of American Art, Nueva York, Solomon R. Guggenheim Museum, Nueva York, el Metropolitan Museum of Art, Nueva York, y el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles. Smith recibió la Medalla Skowhegan en Escultura en el año 2000, el Premio Atenea a la Excelencia en Grabado de la Escuela de Diseño de Rhode Island en 2005, el quincuagésimo Edward MacDowell Medalla de la Colonia MacDowell, en 2009, y ha participado en la Bienal del Whitney tres veces en el última década. En 2005, fue elegida miembro de la Academia Americana de Artes y las Letras. Vive y trabaja en la ciudad de Nueva York.

Belén Conesa

www.lapostiza.com
https://vimeo.com/100387840
@murciapostiza