Esa Bacall tan tremenda que se nos ha ido lo tenía claro: «si me necesitas, silba». Parece que el ejecutivo de Fernández Díaz se ha puesto un poquito vintage y ahora nos da consejos para «prevenir las violaciones» (el primero, que te compres un silbato) que parecen más de los tiempos de «Tener o no tener» que de una sociedad tan compleja que siguen sin entender.

Nos referimos al polémico manual «anti-violaciones» que salió a la luz el pasado julio y que sigue picando como un herpes mal curado. Unos cuantos consejos que desataron la ira de varias diputadas en las redes sociales y las cámaras (¿por qué no se quejaría ningún diputado?) y que soltaba perlas como estas:

Las más llamativas sin duda se refieren a «correr las cortinas al anochecer ara evitar miradas indiscretas» (¿quién ha redactado ese epígrafe? ¿Corín Tellado? ¡Ranciofact!) o no poner el nombre en el buzón, para que la orden de desahucio se la pongan al vecino y así no pillarte preparada cuando te quieran echar de casa. También te duele tener «las luces encendidas en dos o más habitaciones» para aparentar compañía, tal y como viene la factura, que da más susto que algunos violadores.

Coñas aparte, la cosa no tiene ninguna gracia. Según colectivos como CAVAS (Centro de Asistencia de Víctimas de Agresiones Sexuales) el problema reside en que se incide en poner toda la responsabilidad en la mujer para que no sea violada y muy poca en educar a los posibles violadores para que NO LO HAGAN. Comunidades como Bulbasur además apuntan que se obvian agresiones tan grandes y numerosas como las que se dan en ámbito privado por familiares y conocidos. Al final, un tono infantil, que trata a la víctima casi como causante de la agresión, y la sitúa en parajes (la noche, los descampados) más propios de «Irreversible» que del día a día es lo que hace pensar a estas asociaciones que el Gobierno vive en los mundos de Yupi.

En otros países, las campañas van dirigidas a los agresores, no a las agredidas: «Don’t be THAT guy», «no seas ESE tío».

La web pro feminista de ciencia y pseudociencia Escéptica, entre la broma y la triste realidad proponía un giro de roles con estos consejos a los posibles agresores:

Esto es algo serio. Que los gobiernos se lo tomen como tal y la sociedad nos eduquemos para entenderlo.