«Es el pueblo quien más ordena, dentro de tí, oh ciudad». Vaya máxima para tatuarse, que parece que se nos ha olvidado. En verdad es parte de una canción de José «Zeca» Alfonso, utilizada el 25 de abril de 1974 por la radio portuguesa como contraseña para iniciar la que hoy llamamos «Revolución de los claveles», el levantamiento militar que contó con el apoyo del pueblo y que terminaría con la larga dictadura de Salazar.

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Portugal celebra los 40 años de esta fecha emblemática en un clima social y económico bien distinto, lejos del júbilo popular y ahogados por las inquisidoras políticas de la troika. La primavera portuguesa fue ejemplo de revolución pacífica, que ahora parece estar lejos de funcionar.

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Y no sólo fueron hombres los que participaron en este cambio. Una de las grandes protagonistas de esta fecha es Celeste Martins Caseiro, la mujer que entregó al militar el mítico clavel que se convertiría en símbolo para siempre.Cuando éste le pidió un cigarrillo que ella no tenía, empezó a ofrecer flores que los soldados ponían en sus fusiles. Celeste, que con sus 80 admite que todavía va a manifestaciones porque «tiene mucho que protestar», también sería un icono por su condición de trabajadora que quería cambiar las cosas.

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También Ana Sofía Fonseca ha querido contar en «Capitanas de Abril», su nuevo libro, los testimonios de las mujeres que tomaron parte de la revolución: «Estas mujeres no estuvieron por detrás de los hombres, sino a su lado, porque estaban cansadas de la guerra y de la dictadura y querían un mundo nuevo». Incluso la televisión pública RTP está emitiendo estos días una miniserie de cinco capítulos titulada «Mujeres en abril», que cuenta la historia de varias mujeres antes y después de estos hechos.

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Parece que hoy Portugal tiene poco que celebrar, pero el espíritu rebelde de esos hombres y mujeres quedará siempre como símbolo de los que quisieron un pueblo mejor, pues el cambio viene desde abajo. Está bien recordarlo, porque a veces se nos olvida.