Alynda Segarra siempre se sintió un bicho raro. Con raíces puertorriqueñas y criada en el Bronx por sus tíos en un vecindario más que modesto, solo se evadía de la realidad viendo repeticiones de West Side Story. Aunque le alucinaba la escena punk del East Side, seguía sintiendo que algo no encajaba, por eso, con 17 años cogió sus cosas y se largó a Nueva Orleans. Allí se empapó, inevitablemente, de un estilo de vida y estilos que por fin parecían cuajar en su personalidad: blues, rock, folk, era lo que hacía su banda y una de nuestras preferidas: Hurray for the Riff Raff. Tras  It Don’t Mean I Don’t Love You (2008) y Young Blood Blues (2010) llega la creación de su propio sello, Born to Win Records, con el que editarían joyas como Look Out Mama o el genial Small Town Heroes. Imposible no sentir que el corazón te explota con la voz de Segarra, con el feeling de sus melodías, más geniales si cabe si se disfruta en directo (aunque todavía esperamos verla en vivo, sus vídeos en la red nos dejan más que satisfechas). Ahora Segarra ha dado un puñetazo en la mesa, ha mirado hacia atrás y ha comprendido que hay cosas contra las que no se puede luchar: y las raíces son esa cosa. The Navigator (2017), el álbum que ya estábamos tardando en reseñar, es la respuesta de esa chica de Puerto Rico tan neoyorquina como la que más.

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The Navigator se mueve en torno al concepto de pérdida de los orígenes, pero bajo la esperanza de que se puede remover el pasado para sacar esperanza para el futuro. Su álter ego en el disco, Navita Milagros Negrón, debe encontrar su sitio. Pero se debe luchar por ello porque la sociedad, los de arriba y a veces también el propio boicoteo de los de abajo, no lo ponen fácil. En «Rican Beach,» se escucha: «First they stole our language, then they stole our names, then they stole the things that brought us fame. Then they stole our neighbors, and they stole our streets and they left us to die on Rican Beach.» Y Segarra quiere denunciar ese ostracismo. En lo musical, The Navigator continúa la línea de rock’n’roll, pero cada vez menos americana para dejarse llevar por influencias latinas, de la bomba a la salsa, pasando por el son cubano, el doo-wop, y hasta el spoken-word.

La cantautora admite que nunca aprendió a hablar español y eso siempre le ha producido un sentimiento de impostura. Pero quizás con The Navigator se quita esa espina de sentir que durante años ha buscado fuera lo que tenía en su interior. Dicen de Segarra que siempre le ha aportado a Hurray for the Riff Raff ese toque de activismo que no tenían todas las bandas de folk relacionadas: si “The Body Electric,”del LP Small Town Heroes era una balada feminista en contra del feminicidio o ha formado parte del proyecto  Our First 100 Days en contra del mandato de Trump, en este nuevo álbum toma posiciones en torno a la colonización y la gentrificación. Una nueva forma de supervivencia en torno al lugar de donde venimos y donde queremos ir.