Hay algo extraño en investigar por la red a la persona a la que vas a entrevistar. Sobre todo si esa persona ha llegado hace poco a tu vida, pero ya puedes llamarla amiga. Significa entender que hay más vidas de las que pasan delante de nuestros ojos, que no somos el ombligo del universo y que esas personas existieron antes que tú. Pero ni nosotras ni nadie de lxs que estáis leyendo esto queréis creer eso. Vosotrxs queréis creer que habéis descubierto a Mati como quien descubre una isla exótica y extraña en un ambiente inhóspito. Que fuimos los primeros, que ella siempre estuvo allí, en el rincón de Santa Eulalia, y que es propiedad de Murcia. Pero resulta que no, que Mati no siempre fue Mati, que también ha sido EME, y fue propiedad de muchos lugares y personas, y a la vez de nadie. Hoy hacemos un ejercicio singular y necesario, el de acercarnos a una persona a la que admiramos y desproveerla de los lazos que nos unen para comprender por qué ha llegado a ser quien es, al menos, como artista. Porque estamos ante un genial, dulce y complicado laberinto de chica que sin duda ha hecho a esta pequeña ciudad un poco mejor de lo que era.

¡Pero no nos pongamos tan intensas! Hoy estamos de celebración. Celebramos que Casa Chiribiri, el estudio-taller más bonito de Murcia cumple dos años de vida, y qué menos que rendirle el homenaje con una mega-entrevista a una de sus fundadoras, probablemente la que más ha luchado porque la Casa haya llegado a donde está. Y si resulta que esa persona es EME, una de las ilustradoras y artistas urbanas más reconocidas del país, no está de más que aprendamos un par de cosas. Por ejemplo, cómo empezó todo y cómo ha llegado hasta aquí. «Empecé de muy pequeña y sólo recuerdo que ya se me daba mal dibujar personas. Hacía cabezas con forma rara y manos como ristras de morcillas, pero me apasionaba eso de pintar, de ir seleccionando en cada momento el «plastidecor» perfecto para ponerme a colorear sin salirme ni lo más mínimo. Sin duda me introdujo mi padre, que dibujaba como los ángeles. Recuerdo que mientras hablaba por teléfono cogía un Bic y una servilleta, y sin pensar dibujaba señores con gafas y narices grandes. Y de vez en cuando abría la caja de pinturas de su abuelo, y nos poníamos mano a mano con las acuarelas. No heredé el don de mi padre porque nunca he sabido dibujar bien, pero si esa pasión por los materiales, por el color, la forma, por la estética y por supuesto por la belleza material. Nunca destaqué por ser brillante como estudiante pero si podía presumir de hacer buenos títulos de cada tema en mis libretas, los apuntes mejor subrayados y los esquemas más coloridos.»

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EME nos ha hecho un regalito para la ocasión. ¡Yuhuu!

Su estilo es marca de la casa: apasionada de las tipografías y el lettering, son las formas simples, el tono naïf y los colores básicos sus principales instrumentos, y el hacer lo complicado simple su virtud. Aunque más de una vez ha confesado su falta de técnica por ser totalmente autodidacta, compensa esas carencias con altas dosis de emoción y una capacidad infinita de empatizar y conectar con el espectador. A Mati le gustan los vídeos de chihuahuas estrábicos los lunes por la mañana. Ama la pizza por encima de todas las cosas. Le gusta hablar con el Señor Paco aunque vaya justa de tiempo. Le dan cosica los desfiles con animales, y si uno de los Caballos del Vino descarrila, esa noche ni duerme. Los lazos de Don Algodón y los coleteros noventeros. El vino, hasta dejar los dientes negros. Bailar a lo negra con Sonia. Y le encanta dibujar. Dibujar, dibujar, dibujar. «Dibujar o más bien pintar, es mi sueño. Cada persona tiene el suyo. Hay gente que lo descubre al nacer y otros mueren sin encontrarlo. Yo me dí cuenta después de haber terminado una carrera universitaria que me estaba llevando justo en dirección y sentido contrario. El día que entendí que existía una profesión como la Ilustración supe ponerle un nombre a mi sueño, a medio camino entre el arte, por la parte personal y creativa, y la artesanía, por aquello de cumplir un servicio por encargo para otra persona. Me gusta ese balance entre tu lenguaje propio y la necesidad de mostrar empatía para acercarte a la necesidad del cliente.»

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Seguimos en esa especie de máquina del tiempo, en un estado de ensoñación donde la Águilas noventera, esa llena de motos Jog-r y graffitis dedicados, se le empezaba a quedar algo pequeña a nuestra amiga. Desde que hiciera su primera «pintada» a los 13 años con el spray que le sobró de decorar su bici hasta los primeros pinitos en 2004 cuando se empieza a especializar va un trecho. «Es un mundo increíble con un lenguaje propio que está lleno de aventura y bastante riesgo, pero no encajaba por ningún lado. En el 2005 me fui a vivir a Roma y descubrí el mundo: calles que hablaban, llenas de mensajes, firmas, plantillas, murales, arte y mucha libertad por estar lejos de casa. Empezar a pintar con un estilo fuera del discurso del graffiti fue involuntario y completamente inocente. Lo  hacía para expresar sentimientos y para enfrentarme a retos y superar la inseguridad. Cada mural era una odisea, una lucha conmigo misma. Me iba a buscar localizaciones por carreteras extrañas y escogía las ruinas que consideraba perfectas para cada boceto, y allá que me plantaba  con todo el material para no marcharme hasta que quedara perfecta.» 

«Una de las peripecias que más me gusta recordar es que para terminar de pintar este mural me empeñé en llegar más alto y terminé colocando la escalera sobre un contenedor que arrastré desde lejos. Cuando se me ilumina cualquier tontería soy bastante kamikaze.» (EME)

Es aquí donde empieza un viaje que no tuvo intención de tener principio o fin, simplemente ocurrió. Y cuando buscamos en internet se nos queda cara de tontas. Esa «EME» a la que nombran medios especializados en arte urbano es ella. Es ella pintando murales gigantes en Italia, en Croacia, Barcelona, Madrid, Londres, Ibiza, en Atlanta, participando en la convención femenina mundial de Arte Urbano de EEUU “Chicas que pintan murales» (Living Walls 2012). «Cada festival era una película: Alguien venía a recogerte al aeropuerto y comenzaba el intercambio. Artistas con talento, culturas diferentes, visitar otra ciudad y dejar tu huella en ella. El boom de los festivales de Arte Urbano tuvo su momento y tuve la “potra” de estar ahí. El hecho de viajar sola , de coger tantos aviones y de perderle el miedo a juntarte con desconocidos te hace crecer bastante, y aprendes algo de inglés. Encontré ese reconocimiento y es cierto que parte de él era por lo “exótico” de ser una chica, porque es un mundo como tantos, donde siempre destacan y triunfan los hombres. Pero nunca me sentí discriminada, ni positiva ni negativamente.» Vemos fotos de su trabajo en el «Walk and Talk» de las Azores, y un crío lleva una tabla con lo que parece un dibujo suyo recién pintado. Está tan contento que dan ganas de quitarse los zapatos y salir corriendo con él. ¿Será eso el efecto del arte sobre las personas?

Fotos de  Zoraida Roselló en Azores.

En el 2011, cuando se encontraba en pleno apogeo de sus  gigantes obras urbanas declaró en una entrevista para Montana World: “Pintar es lo único que me llena. Para mí son momentos perfectos, se olvida todo lo demás”. También sabía que cuando eso dejara de contentarla no podría darlo todo y lo dejaría. “Dependo de mis estados de ánimo. Una idea se me insinúa en la cabeza, y de ahí no sale hasta que la saco  sobre papel”. Ahora, cuando le rogamos que vuelva a las andadas, que se calce un pasamontañas si es preciso y que por favor nos deje una de sus espléndidos murales en la ciudad, no puede reponer otra cosa: esa etapa, al menos de momento, pasó. «Esto de pintar paredes era una manera de expresar sentimientos a lo grande, casi una terapia para exprimir emociones ligada al amor y a los problemas que había en mi casa. Por motivos familiares y personales volví a Murcia, se me agotó la pila y hasta día de hoy sigo aquí. El tema del arte urbano era algo completamente personal, no lo hacía como un trabajo ni por ganar dinero, así que cuando se agotaron las ganas no quise forzar la maquinaria. Acabé mi primera exposición personal en la Galería de Arte de Montana en Barcelona y con el dinero que gané vendiendo obras me monté mi propio estudio sin perdirle un duro a nadie. Y así pasé página.»

La expo «Horror Vacui»  de EME en galería Montana.

Y esa nueva vida se llamó Casa Chiribiri. «De esta manera comenzaba otra etapa y terapia: la de volcar las energías en sacar adelante un pequeño estudio basado en potenciar el producto local justo al otro extremo del discurso global del arte. Chiribiri es un pequeño gran sueño donde ganarme la vida y poder dar cabida a todo tipo de aventuras relacionadas con las cosas que me gustan. En concreto el actual local estaba abandonadísimo cuando lo cogimos. Los dueños no tenían ganas de saber nada de él porque tenían el edificio en venta, pero Silvia y yo nos propusimos sacarle punta y con mucho esfuerzo lo conseguimos. Ahora cumple dos años y lo comparto desde hace uno y medio con María Serrano.»

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Es su conexión con Serrano, ilustradora también, lo que ha conseguido una explosión creativa total en el pequeño negocio. «Compartir estudio con María es una pasada, porque además de su talento como dibujante, siempre aporta cordura, madurez y tiene buen criterio para tomar decisiones.  Ella trabaja de sol a sol para editoriales nacionales y extranjeras, y tiene muy claro lo que quiere: de Murcia sólo se queda con lo bueno. Ajena a lo mundano le gusta ir al cine, al auditorio, a ver exposiciones de calidad y disfrutar de los pequeños placeres que quedan por aquí. Es una mujer “de pico fino” y humor particular, que derrocha estilo en sus dibujos y no se anda con chiquilleces. ¡Me encanta!».

Autorretrato de las dos «chiribíricas» en acción. Ilustración de María Serrano.

Y el trabajo manda. El día a día en Chiribiri es una tómbola. «Depende del cliente. Tenemos una ley: “Lo que bien empieza, bien acaba. Y viceversa.” Nuestro perfil de cliente no tiene una edad o estilo concreto, pero tenemos claro que son personas que respetan el valor de las cosas hechas a mano, de la creatividad y que dan libertad y confianza para trabajar. Nos estamos haciendo un pequeño nombre porque ofrecemos un servicio bastante particular ya que tocamos el formato digital y el handmade a partes iguales. Lo mismo diseñamos los menús de un restaurante, que rotulamos la pizarra, que cosemos unos delantales estampados a mano, todo con esa gracia que heredamos de nuestras abuelas.» Todo depende del trato humano, hasta la relación con los vecinos del barrio de Santa Eulalia, que las acogieron con cariño, y hasta «nos regalan macetas y tuppers con spaguettis. Todo muy auténtico.»

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Un universo femenino salpica esta última etapa de la artista. Hablamos ya de una «generación Chiribiri»: artistas de aquí que están dejando su marca en una ciudad pequeña, con sus defectos y virtudes, a fin de crearse un nombre propio más allá de tópicos rancios y tradiciones que ya no tienen sentido. Pero no son solo inspiradas creadoras de cuya obra hacemos patrimonio local. Chiribiri también se ha nutrido de esa gente que, quizá sin ningún maldito talento artístico, sabe reconocer lo bello y siempre ha apoyado esta escena. «Por suerte estoy rodeadas de mujeres increíbles que me inspiran. En primer lugar está mi madre, que con los años se ha ido convertiendo  en un ejemplo para mi. Ella tiene mucha fuerza, es muy trabajadora, no se rinde nunca y no le han regalado nada en la vida. De mis abuelas me inspira la delicadeza con la que manejan todos los detalles y la cantidad de información que guardan. Ni el mejor disco duro. Por otro lado Murcia está llenísima de grandes talentos femeninos.  Ilustradoras, Fotógrafas, Artistas, Costureras, Diseñadoras, Periodistas, pero no sólo eso sino también grandes amigas que se dedican a cosas que están fuera del ámbito creativo pero que apoyan proyectos como el nuestro. Son esas que llevan la cerveza sin pedirla, esas que te sacan de un apuro cuando te dejas las llaves dentro, esas a las que escribir una caca con ojos al wasap y que ya saben qué te pasa. A Mati le rodea un ejército de chicas (y chicos, sí) divertidas, desvergonzadas, originales. Pura gasolina para su taller mental de creación, y que también la han hecho lo que hoy es. Aunque quizás nos falta algo.»Sólo echamos de menos una banda de música formada en exclusiva por chicas, y nos pasamos el día fantaseando, poniéndole nombres e imaginando como serían en directo. Llegará.» .

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Chiribiri no ha salvado Murcia. Le queda mucho que recorrer a esta región que se quedó dormida en el boom del «non-typical» y que ha dejado de innovar a nivel institucional hasta el punto de encontrarlo simplemente anodino. Pero su supervivencia artística y cultural recae totalmente en artistas autónomos e independientes que arriesgan su dinero y su tiempo en pos de no volverse locxs de aburrimiento. Así, han proliferado diferentes eventos como las ferias de fanzines (Zorroclocos e Lobos, Ameba Fest), las expos de fotografía, las nuevas publicaciones de poesía, las bandas de música locales, hasta las performances y aquelarres en cuevas si es necesario.«Creo que las cosas van surgiendo así porque apenas tenemos apoyo institucional. La gente tiende a unirse porque las inquietudes existen. Somos muchos y tenemos poco espacio, libertad y sobre todo medios económicos. Nos vemos obligados a hacer malabarismos para sacar adelante nuestros proyectos. Es una pena que espacios enormes estén abandonados derrumbándose lentamente, pudiendo aprovecharse para gente con ganas de crear.« Chiribiri ha encendido una llama, que a veces incluso ha llegado a quemarles. «Nos gusta pasar por encima de cierta actitud de competitividad y celos que reina en esta zona. Al contrario. Nos liamos la manta a la cabeza para organizar exposiciones con otros ilustradores. Queremos transmitir de manera natural la mentalidad de otros «Chiribiris» que hay por el mundo. Me encanta pensar de otra manera más abierta y al final compensa». Nosotrxs sí que hemos gastado zapatilla en las decenas de eventos que estas chicas se sacaron de la manga: programas de radio (Tímpanos y Luciérnagas), ferias de autoedición (Fritanga y Fosquitos), mercadillos de artesanos locales (La Verbena), exposiciones (las fotos de Pati Gagarín, los collages de Cherry), infinidad de talleres y hasta conciertos acústicos. «Hacemos pocas cosas pero intentamos que sean de calidad, dentro de lo que los medios logísticos nos permiten. Personalmente me enriquece mucho hacerlo y pienso que cualquier empresa por muy pequeña que sea tiene su pequeña responsabilidad social. Da mucho gusto por ejemplo, animar a alguien a que haga su primera exposición y ver como después se va a otra ciudad a montarla.»

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La feria de autoedición Fritanga y Fosquitos.

Buena suerte si quieres hablar con ella de futuro. De planes de futuro que impliquen una justificación, esa que te auto-infringes para convencerte de que aunque odies ese trabajo, es lo mejor para ti. Que aunque nunca te ha gustado esa carrera, con ella podrás opositar. Olvídate, porque Mati te hablará de pasión, de sueños, de lo que de verdad buscas, abrirá tu corazón y te dará tanto miedo descubrir lo que quieres que ya no habrá marcha atrás. ¿Sabían ustedes que Mati estudió derecho? Pocas nos la imaginamos sentada en un despacho, entre montañas de decretos ley donde la palabra más refrescante del día sea contenciosoadministrativo. «Hoy por hoy de momento firmaría con poder seguir trabajando tan feliz: pagar impuestos, facturas y poder comer de esto. Por suerte nos mantenemos y de momento es suficiente. No tenemos una ambición especial, pero si nos gustaría que se valorase más este tipo de trabajos.» También se avecinan nuevos tiempos para Casa Chiribiri. «Tenemos pensado mudarnos de local después de verano porque el edificio en el que estamos tiene algunos problemas estructurales y se quedará un largo tiempo en standby mientras se soluciona. Para curiosos de la historia, el local que dejamos no se alquilará mientras, y hemos encontrado otro local más bonito si cabe en un barrio maravilloso que esperamos nos acoja con la ilusión que nos llevamos en la mudanza. En dos años hemos aprovechado el tiempo bastante bien y nos queda energía e ilusión para parar un tren. ¡Larga vida a Chiribiri!» Quien quiera seguir formando parte de la historia cultural de Murcia, que no les pierda la pista. El futuro pertenece a los valientes.