En Perú, más de 10 millones de mujeres son víctimas de acoso callejero. Con ello nos referimos a algo más que el ataque físico, y es que el acoso verbal también es punible. Por supuesto, no es sólo en Perú donde ocurre esta zafia práctica, pero queremos pararnos en este país porque hemos encontrado una campaña genial que hace reflexionar y además te saca una sonrisa.

«Sílbale a tu madre» es la campaña viral que la marca deportiva Everlasting ha lanzado para combatir estas deleznables conductas y por supuesto, crear una identidad comercial cuyo target son las mujeres «fuertes y decididas». Pero más allá del puro marketing, lo cierto es que los vídeos de Everlasting han traspasado el ámbito comercial para pasar a ser un fenómeno social. Los protagoniza Natalia Málaga, deportista de gran fama en Perú, que se sirve de un equipo de cámaras ocultas para perseguir acosadores. Tomando de cómplices a sus propias madres, estas son disfrazadas como chicas jóvenes y usadas de «ganchos» para comprobar in situ el comportamiento de sus hijos. Cuando el individuo cae en la trampa al ver pasar a la chica y empieza el acoso, la madre se descubre dando lugar a la vergüenza ajena y si no fuera por la triste situación, casi el chiste. El objetivo puede ser más o menos acertado, pero lo cierto es que la moraleja está clara.

Otro ejemplo que hemos conocido estos días es el de la jugadora de videojuegos Alanah Pearce, famosa por sus tutoriales de Youtube, y que sufrió acoso online por parte de algunos de sus supuestos seguidores, que le llegaron a decir lindeces como «Si algún día te veo te violaré, puta». Pearce no lo dudó y se puso en contacto con las madres de sus acosadores, para que supieran lo que sus hijos (la mayoría chavales) eran capaces de hacer, y atajar el problema con la respuesta educativa adecuada antes de que se conviertan en agresores exponenciales.

Alanah Pearson

Captura de las conversaciones de Pearson con la madre de su acosador.

En la educación por el respeto mutuo está la clave de cambiarnos como sociedad. Colectivos como «Paremos el acoso sexual callejero» o el «No me llamo nena» de Lavapiés en Madrid nos recuerdan que hay aún camino por recorrer.