Megumi Iragashi (Japón, 1972) por fin se ha hecho tristemente famosa. El pasado martes era arrestada en su país acusada de distribuir pornografía y contenidos obscenos. El delito reside en que Iragashi es artista, y su fuente máxima de inspiración es su vagina.

La artista nipona de sobrenombre Rokudenashiko («hija bastarda») era reconocida en su país como artista underground, si bien estaba llevando su obra a terrenos más comerciales, propios del merchandising. El centro de su obra es la vagina, que personifica como una adorable mascota con la que crea desde figuras hasta fundas de iPhone. Una de las mejores esculturas es «Tabú sobre tabú», en la que vemos trabajadores de la fábrica de Fukushima trabajando sobre un monte genital.

La controversia ha llegado a mayores en su último proyecto, un kayak con forma de vagina a partir del molde en 3D escaneado de sus propios genitales. En el crowfounding para financiar la obra, ofrecía recompensas de sus obras, todas basadas en su propia vagina. Las autoridades japonesas, altamente represivas, consideraron este hecho (también se investiga si no se apropió indebidamente de unos 7000 euros de colaboradores) como delito, al calificarlo de distribución de pornografía. Finalmente, y tras cuatro días en el calabozo, Megumi Igarashi ha sido liberada, si bien es persona non-grata en su propio país por lo controvertido de su obra.

Hay ciertas sombras sobre la verdadera finalidad artística de las obras de Igarashi, o su simple utilización para la provocación y el lucro. Igualmente, en una sociedad como la nipona, que celebra el Kanamara Matsuri, la fiesta de veneración al pene como símbolo de prosperidad, y en el que se regalan caramelos o velas con forma fálica, y que sigue siendo terriblemente machista (un 30% de los matrimonios siguen siendo concertados), sorprende que haya escandalizado tanto encontrarse cara a cara con un órgano más del cuerpo, así que si Igarashi quiere hacer negocio de ello, puede que igualmente se convierta en pionera y revolucionaria.

La artista Milo Moire.

No es la única que ha «soprendido» al mundo del arte por poner su propia vagina como epicentro de su obra. Milo Moire es una pintora alemana que utiliza su vagina como medio de sus pinturas: introduce bolsas de acrílico y las expulsa sobre un lienzo en blanco. También el artista británico Jamie McCartney trabajó durante 5 años haciendo moldes de vaginas de madres e hijas, gemelas, transexuales o quirúrgicamente tratadas, con las que creó «La gran muralla de vaginas» como homenaje a todas aquellas que alguna vez se habían sentido reprimidas o avergonzadas por sus genitales. Deborah de Robertis, original de Luxemburgo, realizó una performance en el Museo de Orsay de París, sentándose delante del cuadro de Gustave Courbet «El origen del mundo» con las piernas abiertas y mostrando su sexo, reivindicando el «verdadero principio del mundo». En España, el artista Abel Azcona desarrolla el proyecto «Vaginas anónimas», en el que ya han participado de forma voluntaria más de 10.000 mujeres con las fotos de sus vaginas y vulvas. Obras que reflejan belleza e intimidad y visualizan el tan demonizado órgano, origen de la vida y de diversión sin fin.

«Vaginas anónimas» de Abel Azcona