«Pero, ¿por qué esto es arte?». Marina Abramovic lleva más de cuatro décadas intentando responder con hechos a la pregunta que le ha planteado público de todo el planeta. Y decimos con hechos porque la autodenominada «Abuela del arte de la performance» siempre ha llevado sus obras mucho más allá de un lienzo o un museo. Para la artista,la audiencia es como «aire para respirar», necesaria para explorar los límites del cuerpo y de la mente en sus difíciles, perturbadoras y magníficas instalaciones.
Abramovic nace en Belgrado en 1946 y después de estudiar Bellas Artes comienza una carrera en los 70 que nunca ha dejado de lado. Ya en sus primeras performances se dio cuenta del poder de dejar participar a la gente en sus obras, y los resultados siempre fueron sorprendentes. En «Ritmo 0» (1974) ofreció al público objetos para hacerle con ellos lo que creyeran conveniente. Mientras al principio fueron tímidos y benévolos, conforme se desarrollaba la acción las personas se volvieron violentas, la agredían, e incluso llegaron a apuntarla con una pistola. Ahí aprendió que «si se deja la decisión al público, te pueden matar».
Fue con Ulay (el artista alemán Uwe Laysiepen) como compañero cuando descubrió su identidad como artista. Fusionados en uno, ambos performers desarrollaron actuaciones como «Breathin in/Breathin out» (1977), donde pegaban sus bocas para respirar aire directamente de sus pulmones (después de 20 minutos se desmayaron, al llenarse de dióxido de carbono) o Rest Energy (1980), donde Ulay apuntaba con un arco al corazón de Marina, tensado únicamente por el peso de sus cuerpos. Siempre fueron obras que llegaban a los límites del espectador y de la propia integridad física y mental de los artistas.
En el 2005 presentó «Seven Easy Pieces» en el Guggenheim, recreando durante siete noches obras de artistas pioneros de los 60 y 70. Pero fue en el 2010 cuando llega una de sus performances más conocidas que la catapultarán definitivamente al mainstream, «The artist is present», como motivo de una retrospectiva de su obra en el MoMa de Nueva York. De marzo a mayo, cada día, más de 716 horas, Abramovic se sentó inmóvil en una mesa, que los espectadores estaban invitados a compartir. Emoción, vergüenza, e incluso enfado fueron algunas de las reacciones de la gente, en una carga de energía sin igual. Uno de los mejores momentos fue cuando el propio Ulay se sentó por sorpresa en la mesa, después de 20 años separados.
De esta última etapa el realizador Mathew Akers presenta el documental «Marina Abramovic: the artist is present», donde prepara su exposición retrospectiva y esta última y polémica instalación. Nominada en el Festival de Sundance y los Independent Spirit Awards como mejor documental, es la oportunidad perfecta para conocer algo más sobre esta artista de la que dicen tener una personalidad tan arrolladora que parece estar «siempre actuando». Ella misma bromea en la película sobre su aura de artista maldita: «está bien ser alternativa cuando tienes 30 o 40… pero tengo 63 años, ¡ya no quiero quiero ser más una artista underground!«.
El documental se proyectará este jueves 10 a las 21.30h en el Centro Párraga dentro de la muestra de documentales «Cine y Biografía en el Arte Contemporáneo».