Ella es lo que odiosamente se llama «la revolución literaria de la temporada». Así, como un coche de oferta o una fruta que comienza sus mejores días, parecen tratar algunos medios a Paulina Flores, y lo peor es que tenemos que comprenderlos. Recién publicado su primer libro de relatos, «Qué vergüenza», la escritora chilena ha levantado en pie a crítica y público con un estilo sencillo que logra emocionar a través de personajes tan cotidianos como mágicos.

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Paulina Flores (Chile, 1988) tienen también ese aura de misfit con eterno cigarrillo que tanto enamora cuando se empieza a escribir. Desesperanzada con la universidad y el falso futuro que esta ofrecía, decide dejarlo todo y sentarse únicamente a escribir. Esa sensación de riesgo para dedicarse por completo a la literatura la sigue acompañando, impregnando sus cuentos de una visión intimista y en la que ya nada se puede perder. El año pasado aparecía entonces «Qué vergüenza«, su primer libro al que daba título un relato ganador en 2014 del Premio Roberto Bolaño. Después recogería otros ocho cuentos, para ser publicado en Chile por la editorial Hueders el año pasado y ahora en España, México, Colombia y Argentina por Seix Barral.

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«Qué vergüenza» se construye en espacios familiares repletos de personajes cuyas raíces, en su retorno o huída, marcan todos sus movimientos. Niños perdidos, padres inadaptados, amantes escondidas, jóvenes que hacen de ser camareras su sueño americano, todos circulando por un Chile en plenos 90 que vaticina los cambios, por fuera y por dentro, a los que tendrían que enfrentarse sus habitantes. Y sobrevolando, la sensación de la infancia destruida de golpe y de la pérdida de una inocencia que es difícil recuperar.

Sin embargo no es este un libro triste o desesperado. Con el control absoluto de la técnica narrativa del relato, Flores inicia un camino que remueve pero entretiene. La autora se confiesa torpe entre las redes sociales, amante de Morrisey y Jorge González, Kendrick Lamar o Frank Ocean, y a la vez de Virgina Woolf, Alice Munro y Flannery Oconnor. Ahora que los medios han puesto el foco sobre ella, dice sentir por fin la oportunidad de poder publicar su primera novela, pero también sabe del miedo escénico al considerarse «solo escritora» y que lidiará con ello como hizo con su primer trabajo. «No siento que me encuentre con las palabras con mucho talento: es difícil. Partí haciendo una casita con palitos, trabajé mucho mucho, soy disciplinada y muy obsesiva. Así que nada raro, sólo lo usual: apostar todo lo que tengo y quedarme jugando con pocas cartas.»

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