Duro como una patada al estómago y sincero como un abrazo a tiempo. La novela de García Abia (Madrid, 1973), «El cielo oblicuo» (Errata naturae Ediciones) se inspira en la obra de Clarice Linspector «La hora de la estrella» y no solo en su título: experimental y a caballo entre poesía y la narración, la autora escoge un estilo propio para lidiar con una temática que también confluye en un gran río, el de la maternidad, la muerte, el género, la autoexigencia, el espacio en el mundo. Duele este libro pero a la vez engancha su relato contado desde las tripas.

«El cielo oblicuo» confunde autora y narradora, hay críticos que se han quejado de su «genitalidad explícita, casi gore» (¿serán hombres esos críticos, quizás?),carece de una trama fija. Razones que para algunos son negativas son las que más valoramos nosotras. Al final, es un canto hacia la mujer, para la que pudo tener hijos y la que no, es una dulce venganza contra una ginecología sin sentimientos y una medicina que en general, trata a las mujeres como ganado y no está preparada para solventar el daño irreparable que dejan las palabras. Es una elegía a la maternidad, la feminidad, el buscar «una habitación propia» y luchar por hacerse oír. Martín Gaite, Lessing, Garro, Colette, Lispector, Walker, Morrison, Ginzburg, Woolf, Mansfield, Plath, Welty, Munro, Nin, Duras, Némirovsky, Venturini, Yourcenar, Kristof, Müller, McCullers, Hustvedt, Ozick, Vicens, Dinesen, Pizarnik, Ocampo, Oates, Sexton aparecen en sus páginas de forma directa o como inspiración explícita. Es un compendio de sentimientos arropados en la breve y suculenta literatura de Belén García Abia. Difícil es definir esta novela más allá de lo que nuestra querida Carmen G. de la Cueva ya contó en Gonzoo: «Como escribe Belén García Abia, la literatura escrita por mujeres está llena de habitaciones cerradas, habitaciones que guardan a la mujer feroz dentro para no escuchar sus gritos, para que su voz no se oiga. ‘El cielo oblicuo’ es una novela que invita a la desobediencia, a escribir sobre lo incómodo, a mirar hacia dentro de una misma y contar el dolor. Y así poder dejar de escondernos y empezar a encontrar en los libros las historias que las mujeres hemos vivido desde siempre.»