Casi todas las reseñas sobre Pola Oloixarac (Buenos Aires, 77) empezarán diciendo que es una tía que está muy buena. Suponemos que es difícil encontrar a una chica guapa que sepa conjugar los verbos y a la gente le desconcierta. Suponemos que tiene que sufrir entrevistas de la GQ, con preguntas tan sesudas como «¿Prefieres un hombre duro o sensible?», y que ella responda al mismo nivel, «sensibles con el abdomen duro», que pensemos que es una poser que afirma escribir sus escritos en bares, que recita y canta en una banda y su autor de referencia es Faulkner. Pero no sabemos por qué hay que elegir, por qué no puedes ser de culazos y de tetazas, por qué no puedes quedar como una imbécil en una revista para hombres y después como una crack poniendo a tu clase política verde en un medio como Clarín, y escribiendo la novela revelación de su temporada odiada y amada por igual.

ImagenEl segundo problema reside en el pelotazo de su primera novela, «Las teorías salvajes» (Alpha Decay, 2010), boom del momento, elegida icono de la nueva novela argentina, esperanza latino nerd, revelación y timo. Seguramente la mitad de los que hablaron no entendieron una mierda, y no les culpamos. A este libro hay que acercarse sin expectativas ni pretensiones, con tiempo, paciencia y sentido del humor.

ImagenLa novela le pega un buen repaso al postureo académico y cultural de Argentina, fácilmente extrapolable. La protagonista, una universitaria chiflada, salida y extremadamente inteligente, acosa a su profesor, engatusa a su compañero, divaga de filosofía e historia;  hay Zeitgeist, marxismo y alguna que otra polla.

Aquí la han comparado con el universo nocilla de Agustín Fernández Mallo, allá con Houellebecq, Pynchon y Bolaño. De ninguno entiendes nada pero ni falta que hace, porque te hacen sentir.

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