¿Recordáis esa sensación? Meter la mano en el buzón y notar el borde del sobre, rezar porque no fuera una factura, y descubrir tu nombre escrito a mano. ¡Una carta! En esta casa hemos sido grandes fanáticas de este medio de correspondencia, y todavía recordamos la página de contactos de «El Pequeño País», el cómic semanal del periódico generalista, donde chiquillos de toda España ponían su datos a disposición de nuevos amigos por carta. Hoy puede sonar hasta creepy para nuestros compañeros millenials, pero la tradición de cartearse ha dejado un inmenso y magnífico legado escrito que añoramos no perder. Por esta misma razón ha nacido la Semana de la Carta Manuscrita, el proyecto que coordina Yolanda Ruano Laparra entre Almansa y Murcia y que pretende ser referente a nivel nacional promoviendo el uso y disfrute de la correspondencia escrita a mano.

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Este proyecto cumple este año su segunda edición, fruto del trabajo de un grupo de filólogos comandados por Ruano y cuyo objetivo es «que se mantenga la tradición de escribir y recibir cartas. Luchamos por la conservación de un género epistolar y de un medio de comunicación que potencia el desarrollo de las relaciones humanas, el uso y cuidado de la limpieza de la lengua y, sobre todo, la ortografía y que servirá de estudio antropológico, histórico y cultural, el día de mañana». (20 minutos). Entre las actividades de esta Semana de la Carta Manuscrita están el intercambio entre centros escolares, universitarios y hasta centros de idiomas o de mayores, de España y otros países (China, Italia, Francia, Alemania, Polonia y Brasil entre otros, siempre usando el español como lengua fuente). También se ha propuesto un concurso de cartas radiofónico, la campaña de «La postal del verano«, ‘#máspostalesmenosinstagram’, con la cual se lucha por revitalizar el envío de postales en época estival  así como una de felicitación navideña. Y a partir del lunes 23, Murcia se vuelve protagonista con una serie de conferencias en las que participarán, hasta el 15 de mayo, una veintena de profesores y escritores de la región dentro del ciclo ‘Logografías culturales’ de Deletreartes, organizado por el Servicio de Cultura de la Universidad.

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Los alumnos de 1º de primaria del Colegio Esclavas de María Almansa mandando sus cartas.

¿Cómo no amar el género epistolar? Gracias a las cartas hemos conocido mejor a algunas de nuestras escritoras favoritas, sus obras, pero también su intimidad y sentimientos, algo que solo puede dejarse por escrito a aquellas compañeras con las que mantuvieron una estrecha relación. Como las «Cartas entre seis hermanas«, el inolvidable volumen de correspondencia entre las hermanas Mitford que fue objeto de análisis en nuestro club de lectura:

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O de la reciente correspondencia inédita entre dos grandes de nuestro país, Carmen Laforet y Elena Fortún. Las familias han hecho un ardua trabajo tratando de recuperar este legado que muestra una amistad y admiración de dos escritoras que no se reconocieron de suficiente en su época. «Verdaderamente la quiero y me quedo asombrada de ello. Su divina humildad diciendo (¡usted, que es en estos momentos la primera escritora española!) que aprendió a escribir de mí… me conmueve hasta los huesos. Y no por ser yo quien escribió esos libros que usted leía cuando era chica, sino por esa pureza de alma que le hace decirlo», escribe Elena Fortún desde Buenos Aires, el 1 de febrero de 1947. «Pienso en ti cada día. Y me parece que he hecho algo malo cuando me doy cuenta de que estoy acostada en mi cama, por la noche, y no te he escrito», contesta Laforet, en otra misiva. «Lástima que yo no sea más joven o que tú no seas más vieja. Hacer el mismo camino al mismo tiempo habría sido una buena cosa… Tus hijos y los míos hubieran sido amigos… o habríamos salido juntas a tomar el sol en el invierno… en lugar de salir sola, como salgo ahora. No me compadezcas, porque no teniendo una Carmen Laforet de sesenta años, prefiero la soledad que está acabando por hacérseme muy querida», confiesa Fortún a su amiga, hacia el final del epistolario. «Querida Elena mía, ¡ya lo creo que me hubiera gustado ir a la par contigo por la vida!… Pero el caso es que de manera muy extraña hemos ido», le contesta Laforet, despidiéndose con un «Te quiero mucho». Emocionantes y tiernas, las dos autoras marcaron un hito en nuestra literatura.

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Incluso las peleas postales eran apasionantes. En «Entre amigas» de Mary McCarthy y Hannah Arendt (Lumen), «una novelista y una filósofa, dos amigas que empiezan disintiendo casi ferozmente y seguirán siempre discutiendo admirándose, leyéndose y criticándose mutuamente en las ideas, añorándose intelectual y afectivamente, buscando las maneras de encontrarse, visitándose. Y entre tanto se escriben. Y nos hacen pensar en torno a la cuestión judía y la ética tras la Shoah, pero también sobre las relaciones personales, la envidia, el poder en lo amoroso, la libertad, la independencia, la construcción de una obra. Sus cartas no solo trazan sus trayectorias vitales y la evolución de sus obras respectivas conectadas con sus biografías, sino también la vida intelectual y los debates del momento, los encuentros y desencuentros de las figuras del mundo cultural.» (Letras Libres) Mujeres que a veces, solo encontraron la carta como medio de alzar su voz.

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